No somos cuatro gatos, no somos raros, no somos unos pocos iluminados, no somos salvapatrias, no tenemos nada de especial y, por supuesto, no somos personas superdotadas.
Somos gente corriente intentando algo tan normal como que pueda vivir bien cuanta más gente mejor, porque ese es el mundo que queremos y el que nos va a dar tranquilidad y placer. Estamos intentando cambiar lo que haga falta para que el planeta sea sostenible, para que se respeten los derechos humanos, para que haya justicia, para que se distribuya la riqueza que somos capaces de generar.
En todas partes nacen y crecen iniciativas multitudinarias para hacer el mundo más habitable. A veces no lo sabemos y podemos creer que somos una minoría ridícula. No es verdad. Además, de creerse una minoría a creerse una selección de la especie, iluminada por la superioridad moral, media el canto de un duro. O sea que cuidado, que por ahí no vamos bien.
Fíjate que ha pasado aquí mismo, en el ámbito educativo, lleno de obstáculos, de frenos, de burocracia e injustamente mal dotado cuanto a recursos: frente a la adversidad que está suponiendo la pandemia han florecido grandes experiencias.
Un ejemplo lo tenemos en la convocatoria de los Premios Aprendizaje-Servicio de este año. Hemos recibido nada menos que 330 proyectos, el año que más. La verdad es que pensábamos que con el confinamiento y todo este lío nos iban a llegar muchos menos proyectos, que los educadores y las entidades sociales se iban a desinflar (y bien justificado que lo tenían).
Pero no ha sido así, y tenemos, por lo menos, 330 buenas noticias que divulgar, detrás de las cuales hay muchísimos niños, niñas, jóvenes y educadores, que han estado trabajando por conservar la naturaleza, por incluir a las personas con discapacidad, por acompañar a las personas mayores durante la pandemia, por fomentar la salud y el bienestar de la población…
Dejémonos de considerarnos gente peculiar. Y sobre todo, dejemos de encontrar satisfacción prepotente en pensar que lo somos.
Somos gente de lo más normal y eso debería generarnos confianza y alegrarnos muchísimo.
La bonita foto que ilustra este post es de Tim Marshall
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