Se necesita saber mucho más para cambiar alguna cosa que para pasar un examen, afirmó Nieves Tapia hace dos días en Roma.

Estábamos en el encuentro Scuola accogliente, scuola competente, organizado por EIS, Scuola Alta Formazione Educare all’Incontro e alla Solidarietà, la incipiente red italiana de aprendizaje-servicio.

En el encuentro no faltaron críticas muy incisivas hacia el academicismo de la escuela (en un sentido genérico: también el instituto y la universidad).

Un sistema educativo no ya incapaz de dar respuesta al reto de la inclusión y cohesión social, sino sencillamente impermeable e indiferente a él.

Francamente, me sorprendió la visión desencantada del modelo actual de escuela italiana, tal vez por el recuerdo de Montessori, de Milani o de las escuelas infantiles de Reggio Emilia.

Pero parece que, al igual que muchos otros sistemas educativos, el italiano ha quedado atrapado por una concepción mercantilista de los conocimientos y las competencias.

Sin embargo, desde una lógica totalmente académica, siguiendo la estricta lógica del discurso de las competencias ¿quién puede desmentir la afirmación de Nieves?

No sólo se aprende mejor cuando se lleva a la práctica aquello que se quiere aprender, sino que se aprende más todavía cuando la práctica se orienta a solucionar un problema en el entorno, en la comunidad.

¡Ya tiene narices que esta frase sea de un economista, Jeremy Rifkin, y no de un pedagogo!

En el encuentro se recordó el discurso de Malala Yousafzai en las Naciones Unidas. Un ejemplo de competencia comunicativa y de voluntad de cambio.

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