¡Debes leer este libro!, me dijo hace un tiempo María Nieves. Se refería a El principio olvidado: la fraternidad, de Antonio M. Bagglio.
Lo leí, claro. Y fue entonces cuando caí en la cuenta: nos habíamos olvidado de ella.
Esta mañana el suplemento de cultura de La Vanguardia me lo ha vuelto a recordar: De aquella triada revolucionaria clásica, “liberté, egalité, fraternité”, es este último concepto, la fraternidad, el que parece haberse quedado más relegado. Una reivindicación pendiente, transformadora, más necesaria si cabe en estos tiempos de crisis.
En la introducción, Antoni Marí nos invita a recordar que, de los principios que surgieron de la Revolución Francesa, la fraternidad nunca ha sido reivindicada. Parece no tener capacidad movilizadora, a diferencia de sus compañeras libertad e igualdad.
La libertad y la igualdad inspiran una ética de la justicia, mientras que la fraternidad inspira una ética del cuidado. Dicho de otra manera, mientras las dos primeras nos mueves a ser justos, la tercera nos mueve a ser, también, responsables y generosos.
Por ello, sin el principio bisagra de la fraternidad, las puertas de la libertad y la igualdad pueden conducirnos solamente hacia el antagonismo y la confrontación.
Necesitamos urgentemente explorar el camino de la fraternidad para no perdernos en el bosque de la reivindicación de lo que es justo.
Una senda -como dice Marí- donde para ser amigos no necesitemos una identidad común, una única sustancia fundacional, una única nacionalidad o una totalización ideal del consenso.
Me parece pertinente recordarlo hoy, 11 de septiembre del 2013.
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