Un mar sin olas no hace buenos marineros, citó Merche Ríos, refiriéndose a las prácticas de ejercicio físico que promueve en prisiones y centros de salud mental con alumnado de Educación Social.

Ayer, en el 7º Congreso Europeo de Educación Física y Deporte, compartí una mesa sobre aprendizaje-servicio en la que se expuso este extraordinario proyecto de la Universidad de Barcelona; el proyecto Conocer es amar, del Instituto de Secundaria Bisbe Berenguer y la Escuela de Educación Especial Escorça; y el proyecto Aprendemos a enseñar a jugar limpio, del Instituto de Secundaria Celestí Bellera.

Todas estas experiencias demuestran que, a pesar de la complejidad y las dificultades, es posible tirar adelante y consolidar buenos proyectos de colaboración entre los centros educativos y las entidades e instituciones de la comunidad.

Cualquier buen proyecto empieza con la dificultad inicial de hacer “el molde”. Pero una vez se han establecido las alianzas, se ha tenido una primera experiencia, se han vencido los primeros imprevistos y dificultades… el molde permite hacer flanes, esto es, replicar y extender la práctica hasta que sale de una manera natural.

Es cuestión de entrenamiento. Necesitamos olas, piedras, rugosidades, escollos… para entrenarnos a provocar cambios significativos e innovar. Si el camino fuera llano y sin dificultades, no mejoraríamos en agilidad, fuerza, resistencia o reflejos. Como todo en la vida.

Mi presentación se llamaba Aprendizaje-servicio: entrenarse a cambiar el mundo, y una de las diapositivas apuntaba esta idea de entrenamiento. Puse, para ilustrarla, la evocadora obra La saltadora, del pintor Jordi Barba… ¿te gusta?

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