Una de las cosas que siempre me sorprenden cuando llego a Buenos Aires es la cantidad de cables que hay por todas partes.
Mires donde mires, ves cables enlazándose y danzando entre edificios, entre los árboles, o atravesando las calles.
Pero los argentinos echan también cables en muchos otros sentidos.
El domingo, por ejemplo, estuve en el zoo de la Fundación Temaikén, dedicado a los animales amenazados, un espacio muy bonito y bien cuidado.
Se trata de una de las actuaciones medioambientales de esta organización, que tiende cables no sólo a la educación y a la investigación, sino también a la protección de áreas naturales y a la reproducción y rehabilitación de especies.
El martes por la tarde estuve con la Fundación SES, que ha tendido cables a la organización Subir al Sur para compartir un programa de intercambios interculturales entre jóvenes europeos y organizaciones juveniles argentinas.
Esta mañana estuve en Casa Natura, la sorprendente sede social abierta al barrio, de la empresa de cosmética Natura, cuyo planteamiento de responsabilidad social me ha encantado.
Entre otras cosas, esta empresa desarrolla el programa Creer para Ver, lanzando cables a las iniciativas de aprendizaje-servicio de 45 escuelas argentinas en colaboración con Clayss.
Después estuve en la II Jornada de Investigadores sobre Aprendizaje-Servicio organizada también por Clayss, dónde los participantes, en su mayoría profesores universitarios, mostraron cómo cablean con éxito la excelencia académica con el compromiso social.
Te dejo el libro con los trabajos de investigación presentados. Los autores tienen muy claro que, en materia de investigación – y parafraseando a Ernesto Benavides – no puede salir más caro el caldo que las albóndigas.
¡Me encanta esta frase!
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