El domingo pasado participé en la Carrera de la Mujer de Barcelona, compartiendo 6 kilómetros, sol, viento y frío hivernal con 15.000 locas.

Estoy muy contenta: la completé en 44 minutos y quedé en la posición 101 de la categoría “Veteranas C”, que sólo decirlo parece entre el triásico y el jurásico.

El caso es que fue una mañana estupenda, gran ambiente y juego limpio.  ¿Será por eso que cada se organizan más carreras y corren más mujeres?

Raro es el fin de semana que no se celebra una juerga de éstas, frecuentemente con fines solidarios.

En realidad, muchas mujeres, sobretodo mayores, tampoco corren exactamente, sino que caminan rapidito, cosa también muy saludable.

Me encanta esta lista de malas excusas para no correr, muy auténticas, y me fijo en la primera de ellas No me gusta competir. Desmintiéndolo, la carrera de la mujer no es competitiva, excepto que una quiera batir su propio record y competir consigo misma.

Pero comprendo el hartazgo que provoca en muchas mujeres (¡y hombres!) la obsesión por la competitividad. En el mejor de los casos, esta obsesión es una estupidez insana.

Pero en el peor de los casos, puede ser un arma letal. El día 15 de este mes murió accidentalmente en la montaña un escalador, trabajador del Patronat de la Muntanya de Montserrat, que intentaba reparar los anclajes de una vía de escalada.

La vía había sido saboteada por unos sinvergüenzas que, desde hace tiempo, se dedican a desequipar (quitar los anclajes) de las vías que consideran “demasiado fáciles” del macizo de Montserrat.

Para estos indeseables, la escalada no puede estar al alcance de los que no son atletas consumados.

Todo lo contrario al espíritu de la Carrera de la Mujer, en el que lo más interesante es que todas encontramos nuestro lugar. Eso sí, corriendo… ¡para variar!

 

 

 

 

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