Tengo muchas razones para salir a correr: porque me gusta, porque me mantiene en forma, porque así me entreno para las montañas que quiero subir, porque quiero que mi nieta tenga una abuela saludable, porque corro con amigas estupendas y su compañía es estimulante…

Pero también corro por no-razones,  quiero decir por cosas que en principio nada tienen que ver con el hecho de correr. Corro por símbolos, por causas. Y el Hospital de Campaña de Santa Anna es uno de estos símbolos.

En Barcelona 1.300 personas duermen diariamente en la calle y unas 500 en el centro, donde se ubica la Parroquia de Santa Anna. Ésta se ha convertido en un hospital para heridos sociales y en la imagen de la pandemia en la ciudad, tal como lo describe Peio Sánchez, su rector.

Ya antes de la crisis sanitaria, Santa Anna era una referencia de acogida para las personas sin techo de la ciudad, ofreciendo un lugar seguro para dormir, comida, aseo, escucha y acompañamiento. No se trata sólo de una iglesia abierta, sino de una iglesia que acompaña.

Además, desde hace cuatro años viene organizando periódicamente un servicio de atención médica, en el cual ofrecen todas las especialidades: medicina interna, pediátrica, dermatológica, oftalmológica, traumatología… en el que participan muchos especialistas voluntarios. Colaboran con Cáritas, con los servicios sociales del Ayuntamiento, con los Mossos d’Esquadra.

Pero desde que se decretó el estado de alarma están triplicando el número de lotes de comida que habitualmente repartían y ya superan los 700 diarios, de los cuales unos 500 van a personas que antes de la pandemia tenían trabajo.Un trabajo precario, pero trabajo que les proporcionaba algo para subsistir. Actualmente estas personas lo han perdido y se han quedado sin colchón económico para hacer frente a la crisis. Han llegado al límite.

A medida que avanza el desconfinamiento, se perfila durísima la emergencia social. La doctora Montse Pérez ha lanzado la campaña #yocorroporsantanna. Muchos la apoyamos y algunas amigas, entre las que me cuento, también corremos con ella.

Sin embargo, cuando corro por Santa Anna me empuja el deseo que el hospital de campaña se cierre algún día. Se quede obsoleto. Ya no haga falta. Sea un recuerdo.

Pienso que la actuación humanitaria inmediata frente al desastre es absolutamente necesaria y urgente, pero también hay que construir soluciones a largo plazo. Nuestra sociedad necesita cambios profundos, porque distribuye mal la riqueza que genera, no garantiza un empleo para todas las personas, ni asegura que teniendo un empleo se pueda llegar a fin de mes y cubrir las necesidades básicas.

Por ese motivo cuando corro por Santa Anna también corro por la Renta Básica, una herramienta de redistribución de la riqueza que se formula como derecho de ciudadanía. Y que es algo más profundo y radical que el Ingreso Mínimo Vital aprobado recientemente por el Consejo de Ministros.

Las personas que hacen cola para recibir el lote de comida de Santa Anna no son vagos ni gente asocial que quiere vivir del esfuerzo de los demás. No son personas que intentan vivir sin trabajar. Son personas que han caído en un pozo. Un pozo de boca cada vez más ancha, en el que podemos caer un día tu o yo. hacer lo posible por cerrar el pozo es casi un acto de puro egoísmo.

Por eso tenemos que ayudarnos entre todos, en la urgencia inmediata -el sprint-  y en la búsqueda de soluciones profundas -la carrera de fondo-.

¿Quieres correr por Santa Anna? ¡Únete a la carrera de Montse! Vamos a alcanzar 42.195 metros y cada metro se cubre con un euro. Una distancia de maratón.

 

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