Una fresca ilustración del tópico de que la historia se repite, cuando tantos amigos y familiares están haciendo las maletas para largarse a Colombia, Filipinas, Canadá, Londres, Brasil, Argentina… en busca de mejores oportunidades.

Las chicas de la sexta planta no es una película redonda, y tiene fallos, sobretodo al final, pero mezcla acidez y ternura narrando el episodio de las mujeres españolas que se iban a Francia en los años sesenta a trabajar como empleadas domésticas.

Me gusta que el protagonista no sea un chico guapo, y me gusta también esa caricatura tan real del compincheo y la charlatanería latina, tan distante del frío y correcto París.

Hay escenas que parecen reflejar bastante bien lo que era la convivencia de dos clases sociales y dos culturas. Me pregunto si a día de hoy, en este mundo globalizado, una se puede sentir en Francia tan extranjera y tan separada de nuestros vecinos, que, aparentemente, están en un país de primera división.

Las interpretaciones de Carmen Maura, Natalia Verbeke, Lola Dueñas y, sobretodo, Berta Ojea, me parecieron espléndidas.

Yo le hubiera dado otro final menos empalagoso, la verdad. Pero es una película que vale la pena. Sobre todo para ir asumiendo nuestro nuevo rol de emigrantes económicos, ahora que ya somos los nuevos pobres de Europa.

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