Recuerdo perfectamente cuándo decidí ponerme a correr, hace más de treinta años. En agosto habíamos hecho un intento de ascender el Balaitús, una majestuosa cima pirenaica de 3000 y pico metros. La ruta era por la vía normal, vertiente francesa, y no pude. Me quedé clavada en el Col Noir (collado negro) agotada y al mismo tiempo, horrorizada de estar agotada.
¡No puede ser que no pueda subir al Balaitús! – me dije, frustrada hasta casi llorar de rabia. Era una de mis montañas soñadas, en mi adorado pirineo franco-aragonés. Ostras, ¡aquella decepción tenía que superarla!
El mismo otoño, contaminada de la pasión corredora de un compañero de trabajo, me puse a correr con la única meta de estar en forma al verano siguiente y subir a la cima. Pues bien, ¡me funcionó!. Pude ascenderla y, posteriormente, muchas otras veces más.
Así que mi primera motivación para correr fue entrenarme para la montaña, que es mucho más que una afición para mí.
Mi segunda motivación, descubierta sobre la marcha -y nunca mejor dicho- es que correr me gusta. También corro porque me gusta correr. Me hace feliz. Así de sencillo.
Mi tercera motivación es que me relaja y me ayuda a pensar claramente. Cuando corro parece que los pensamientos y sentimientos se redimensionan y colocan de la manera más armoniosa.
Mi cuarta motivación es que corro para luchar contra el sedentarismo y mantenerme sana, de manera que pueda llegar a la vejez lo mejor posible, dando la mínima guerra posible a los que me rodean. ¡Que si me pongo enferma no sea porque no me he cuidado!
Pero hay otras personas, como Montse Pérez que corren también por motivos solidarios. El último de ellos, alimentar durante un año a 42 niños acogidos por la ONG Sonrisas de Bombay. Exactamente “a niño por kilómetro” de la Maratón de Barcelona, que se va a celebrar este domingo 12 de marzo.
Si no corres, puedes ayudar: se trata sólo de llegar entre todos a la meta de 1000 euros:
42 kilómetros = 42 niños alimentados en India durante un año.
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