Hace muchos años me tocó traducir y adaptar al catalán un material para padres y madres relativo a la educación para la salud en familia. Era una guía -creo que canadiense- cuyo título rezaba: 10 pasos que ayudarán a tu hijo a decir NO a las drogas.

Bueno, pues la Administración Pública que nos apadrinaba la operación quiso cambiarle el título. No nos gustan las frases que contienen un “no”. Hay que fomentar las frases en positivo, son mucho más motivadoras. Pensad otro título.

Yo no lo veía muy claro, pero tuve que tragar y finalmente bautizamos la guía como 10 pasos que ayudarán a tu hijo a enfrentarse a las drogas. Con esta pirueta eliminamos el supuestamente fatídico, desmotivador y frustrante “no” del título.

Recordé esta anécdota hace unos días cuando, a través del facebook me tropecé con algo parecido: un cartel con una colección de bonitas frases para sustituir “noes”. Y yo sigo sin verlo claro…

Lamento hacer de bruja piruja (bueno, tampoco lo lamento mucho…), pero la palabra “no” me resulta interesante, útil, clara y muy necesaria. Ciertamente, cuando corremos el riesgo de ser un poco broncas y regañonas, intentar sustituirla puede ser una buena idea. Pero creo que es un error huir del “no” por sistema.

Pongo un ejemplo: el citado cartel sugiere sustituir “No hagas eso” por “¿Qué te parece si lo intentamos de otra manera?” A todas luces, la segunda frase no es un sinónimo de la primera, porque parece ofrecer una opción y frecuentemente no hay opciones.

Imagínate que tu hija corre por la calle y va a pasar un semáforo en rojo. Lo lógico y natural es decir bien claramente “No pases con el semáforo en rojo” sin más historias. No creo que ningún niño o niñas se traumatice de por vida con una prohibición de este tipo.

O bien, imagínate que tu hijo se enfada con un compañero y le da por pegarle, empujarle o morderle. La frase natural sería decirle “No pegues a nadie. Si hay un problema, habla para resolverlo”. Poner el “no” por delante es mucho más elocuente y directo que un tibio “¿qué te parece si lo resolvemos de otra manera”…

En situaciones de amenaza a la seguridad, de falta de respeto a las personas, de irresponsabilidad frente a las normas de convivencia… el No no es una amenaza, sino que marca límites con claridad y pone luz al sentido común. Es una prohibición y en la vida hay bastantes cosas que están prohibidas y algunas (vale, no todas) deben seguir estándolo.

Cuando mi sobrino mayor tenía seis años nos lo llevábamos a acampar con nosotros. Nunca hasta entonces había visto una vaca y se volvió loco de contento cuando por primera vez vio pasar todo un rebaño cerca de la tienda.

¡Mira, vacas, vacas…! ¿Las podemos matar? – me preguntó, ilusionado y dispuesto a correr tras ellas con un palo. No sé en qué película estaría pensando.

– Jordi, escúchame bien: No te acerques a las vacas. ¿Me has entendido? Que NO te acerques.

Me entendió perfectamente. Claro que luego le expliqué por qué no debía hacerlo. Pero la prohibición hubiera seguido en firme si no la hubiera aceptado. Me hizo caso y sigue queriendo a la bruja de su tía.

Share This