Hace bastantes años yo trabajaba en una organización social de cierta envergadura, en la comarca del Baix Llobregat. Con bastante frecuencia, recibíamos visitas de otras asociaciones que, como la nuestra, se ocupaba de la educación no formal y en el tiempo libre.
Muchas veces me tocaba a mí atender estas visitas. Eran grupos de educadores franceses, italianos y también de otros puntos de España. Sucede que cuando estás contando la historia y desarrollo de tu entidad, en la que has entregado muchas horas y mucho afecto, es fácil que te deslices sin querer a magnificar los logros y a obviar los fracasos.
Por eso me pilló de sorpresa, en una de las visitas de un colectivo vasco, una pregunta muy lógica, al final de mi explicación larga y, probablemente, poco objetiva: ¿Vosotros no os habéis equivocado en nada?
Me quedé pensativa unos segundos… ¡qué buena cuestión! Les respondí que naturalmente nos habíamos equivocado en ocasiones. Después de descartar mentalmente asuntos internos, les cité tres errores que a mi juicio habíamos cometido. Les subrayé especialmente “a mi juicio”, porque no tenía claro que los responsables de mi entidad compartieran mi criterio. La verdad solo recuerdo uno de los errores que les conté:
– Nos hemos equivocado, y mucho, con la Fundación Marianao de Sant Boi de Llobregat.
– Cuéntanos por qué.
– En el año 85, cuando ya llevaban tiempo trabajando en el barrio, ocuparon el edificio abandonado de la calle Girona 35 y desplegaron un sinfín de actividades y servicios para el vecindario, con el apoyo de centenares de personas. Había nacido el Casal Marianao. Como se trataba de un edificio irregular que, en teoría debía ser derribado, en el año 1995 el ayuntamiento les ofreció una alternativa: salir del edificio y ocupar un espacio en el centro cívico. Pero el edificio ocupado ya era un emblema del barrio y de la ciudad y una gran movilización popular impidió el desalojo del Casal.
– ¿Dónde estuvo vuestro error?
– No les apoyamos. Estábamos convencidos que el ayuntamiento tenía razón, que el Casal tenía las de perder, que no eran realistas y que más les valía aceptar la propuesta del ayuntamiento. Nos equivocamos de largo, porque se salieron con la suya. Fueron valientes, resilientes, luchadores… los poco realistas éramos aquellos que no creímos en su fuerza. Después de la lucha vecinal, el edificio pasó a ser equipamiento municipal con una cesión a 50 años para la Fundación Marianao, que fue la nueva forma jurídica que sustituyó a la asociación del Casal.
Al final de la visita, unos cuantos educadores me manifestaron que les había gustado mucho oír errores y no solamente logros. Sin embargo, debo confesar que yo nunca pedí disculpas a Fundación Marianao. Aunque no me cuesta demasiado pedir perdón, no sé por qué, pero no encontré el momento.
Han pasado 40 años y siguen siendo una iniciativa comunitaria inspiradora, un ejemplo a imitar. Queridos amigos y amigas de Marianao: ¡más vale tarde que nunca! Os pido disculpas por mi falta de visión. Sabéis cuánto os admiro y cuánto deseo que podáis compartir y extender vuestra experiencia a otros territorios. ¡Os necesitamos!.
Abans de creure en les coses, cal creure en les persones.