¿Y si contamos las horas de dedicación voluntaria que ponemos en esto? –  propuso Martí en la última reunión que tuvimos los socios y socias catalanes de la Red Española de Aprendizaje-Servicio. Casualmente, esta reunión la celebramos el 5 de diciembre, Día Internacional del Voluntariado.

Se refería a la iniciativa veterana de los Premios Aprendizaje-Servicio y del Encuentro Estatal de Aprendizaje-Servicio que se celebrará en Valladolid el próximo día 15 de diciembre y a las personas que componen los grupos territoriales de la red, que colaboran en ello, desinteresadamente, en infinidad de tareas: evaluación de proyectos, acompañamiento a centros educativos, asesoramiento, relaciones con instituciones, empresas y otras entidades sociales, cuestiones logísticas y administrativas. La verdad es que resulta imposible resolver todos los retos con trabajo profesional.

Todos estuvimos de acuerdo con Martí: hay que contar estas horas, para poner en valor el voluntariado y también para evidenciar  -e intentar mejorar- lo menguado de los recursos materiales y económicos con que frecuentemente sacamos adelante proyectos sociales. Si no fuera por los recursos humanos…

El voluntariado y la acción solidaria no es una versión moderna de la caridad decimonónica. Por el contrario, tiene que ver con la defensa de los Derechos Humanos para todas las personas. Y en ningún caso tiene que servir de excusa para debilitar el Estado del Bienestar. Cada cosa es cada cosa.

Por no mencionar la capacidad del voluntariado en generar nuevas profesiones. Como la enfermería, que inicialmente surgió del voluntariado y posteriormente se desarrolló como una profesión. Actualmente nadie se imaginaría ni desearía un hospital sostenido por personal de enfermería voluntario. Algo parecido está ocurriendo -no sin dificultades- con el trabajo de educador/a social y tantos otros perfiles que tienen su eje en los cuidados.

Por otro lado, me pregunto también cuántas personas técnicamente jubiladas pueden dedicarse de manera altruista a causas solidarias porque perciben una pensión del Estado. Si no la percibieran, necesitarían algún tipo de trabajo remunerado y no dispondrían de tiempo para el voluntariado. No olvidemos que muchas personas llegan a la edad de jubilación en plenitud de facultades o, al menos, con una alta capacidad para seguir aportando a la sociedad.

Sin dejarnos fascinar por los números, hay que contar para saber, para opinar y para reivindicar lo que es justo. Un ejemplo claro es lo que van a hacer,  la noche del miércoles 13 de diciembre, las 500 personas voluntarias de la Fundación Arrels para salir a detectar y contar las personas que duermen en la calle.

Desde la entidad apuntan que la acción servirá para dimensionar la problemática y conocer qué políticas y recursos son necesarios, pero también para acercar a buena parte de la ciudadanía a los vecinos y vecinas que viven en la calle en sus barrios.

Vamos a contar y a dejarnos sorprender por los resultados.

 

 

 

 

 

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