Confieso que fue haciendo zapping cuando tropecé con Ellas hablan, una impactante película del 2022 de Sarah Polley, basada en la novela del 2018 de Miriam Toews, basada en hechos reales.

Desde el primer momento, caí en la red de esta conversación entre ocho mujeres. Porque la película es, básicamente, una deliberación, podríamos decir que una asamblea de delegadas de una secta menonita particularmente fundamentalista, que deben decidir qué postura tomar frente a los múltiples abusos y violaciones cometidos contra ellas por hombres de su propia comunidad.

Es una obra épica, narrada de modo pausado, en colores muy apagados. Una película que no es precisamente comercial ni está pensada para echar cohetes y ponerse a bailar. Creo que, lamentablemente, a muchas personas les parecerá, en el mejor de los casos, sólo una obra de teatro metida con calzador en el cine y, en el peor, un relato lentorro para dormirse en la butaca.

Algunas críticas más profesionales la acusan de explicitar demasiado claramente su mensaje, casi de ser “demasiado reivindicativa”. ¡Es el tipo de críticas que reciben también las películas de Ken Loach! Es como si las películas que defienden a las personas vulnerables debieran ser sutiles para ser artísticamente aceptables…

Pero precisamente a mí me fascinó cómo despliega con claridad el mensaje y como clasifica  y disecciona los diferentes puntos de vista de las protagonistas. Todo está diáfano sin ser maniqueo, éste es uno de los logros de Sarah Polley.

La encrucijada de 3 caminos que se desvela al principio (dejar las cosas como están, quedarse y luchar, marcharse) pronto queda reducida a las últimas dos salidas. El dilema se cocina lentamente, se plantean los pros y contras, incluso se suavizan las posturas o se transita entre ellas, para llegar a la resolución final, que no la voy a contar.

Dos reflexiones me quedan resonando de la película:

  • La primera, que los tres caminos son universales, están presentes en muchas situaciones de la vida cotidiana, en múltiples encrucijadas laborales, familiares, personales. Creo que todos podemos reconocer momentos de nuestra vida en que hemos tenido que escoger uno de ellos, no sin dolor.
  • La segunda, que es importante el matiz diferencial entre huir y marcharse.  Huir es siempre escapar de lo que te persigue, o del mal, o de la adversidad. Marcharse no siempre es huir. Marcharse puede ser la oportunidad de construir algo diferente, positivo y alentador.

No me sobra ni un solo minuto de la película, en la que todas las actrices están geniales. Si acaso, me faltarían más escenas para disfrutar de la grandiosa Frances McDormand, que compró los derechos de la película en la que también aparece como actriz, pero su papel, como mujer abanderada de la postura de no hacer nada, apenas dura unos minutos.

No, no hacer nada no es una opción.

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