Ayer estuve en un debate en el Col·legi de Metges de Catalunya entre expertos de la salud, la infancia y la adolescencia como Iolanda Jordan, Rosa Díaz, Josep Matalí y Jaume Funes, conducido magníficamente por el periodista Jordi Basté, sobre Móviles y redes: un riesgo grave para la salud de la infancia y la adolescencia.

Me gustó mucho el tono distendido y civilizado, que tanto se echa de menos actualmente cuando la gente se pone a discutir. Claro que hubo matices entre los ponentes, pero en bastantes aspectos estuvieron de acuerdo. Recogí los siguientes puntos en común:

  1. No es posible hoy evitar el entorno digital en el que estamos todos inmersos. Una lucha sin cuartel no tendría sentido ni eficacia.
  2. Hay que admitir los beneficios que el mundo digital nos aporta, pero también hay que identificar los riesgos, que no son pocos, y sobre los que existe ya una evidencia científica que no podemos negar.
  3. El malestar actual en la infancia y la adolescencia lo causan diversos factores, y por tanto no se debe exclusivamente a las redes sociales, aunque éstas actúan de amplificando el problema.
  4. Detrás de la adicción a las pantallas, videojuegos y redes sociales hay intereses económicos muy concretos, que persiguen aumentar los beneficios de la industria que a ello se dedica, creando consumidores impacientes y compulsivos.
  5. Además, nuestra sociedad impone unos estilos de vida orientados a la competitividad, la productividad, la irreflexión… con lo cual resulta un caldo de cultivo ideal para el sometimiento a las pantallas y a las redes.
  6. La adicción no es igual en todos los niños, niñas y adolescentes. Cuanto más vulnerables en su entorno social, económico y cultural, mayor es el impacto negativo de la adicción a las pantallas en su salud física y mental.
  7. Frecuentemente el recurso a las pantallas y a las redes funciona como un alivio a la soledad. Las madres y padres deberían poder disfrutar de más tiempo de relación y conversación con sus hijos e hijas. Sin embargo, las familias no lo tienen fácil: la precariedad económica y los horarios de trabajo irracionales dificultan extraordinariamente estos espacios de encuentro.

Precisamente ahondando en este último punto, me encantó la intervención desde la fila cero de Joan Colom, reivindicando el espíritu mediterráneo de la mesa del comedor, como lugar de encuentro, conversación y vida familiar.

Un espacio que, según Colom, en otros países tiende a perderse, cuando los niños y niñas ya van directamente a la nevera, toman lo que quieren y a continuación se encierran en su habitación con el móvil o la tablet.

Me parece preciosa esta sencilla reivindicación: comer juntos es mucho más que alimentarse, es celebrar el hecho de compartir, es mimar el momento de conversar sobre el día, sobre las amistades, sobre los sentimientos, sobre los aprendizajes.

Recogiendo las palabras finales de Jaume Padrós, anfitrión del evento, éste no es un tema que tengamos que psiquiatrizar o medicalizar. Por ello cuidar la conversación alrededor de la mesa del comedor es fomentar la salud fisica y mental de nuestras criaturas. ¡No perdamos ese espacio y ese tiempo de calidad para todos!

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