Ayer, 5 de diciembre, se celebró el Día Internacional del Voluntariado, que fué establecido en 1985 por la Asamblea General de Naciones Unidas. Declara esta institución que el voluntariado es el lugar donde la compasión y la solidaridad se encuentran. Ambos conceptos comparten los mismos valores fundamentales: apoyarse mutuamente desde una posición de confianza, humildad, respeto e igualdad.

En el informe La acción voluntaria en 2022, la Plataforma del Voluntariado destaca que el voluntariado ha experimentado en España un auge de casi dos puntos con respecto al año pasado. Actualmente, el 8,2% de la población, es decir 3,3 millones de personas, realiza alguna tarea solidaria.

Este informe acoge una diferencia que me parece relevante, entre las personas que colaboran (por ejemplo, con alguna aportación económica), las que donan especies, las que son voluntarias de una organización y las que son socias de las mismas.

Tiempo atrás, en los encuentros, foros de debate y congresos de voluntariado que se celebraban en España, los participantes tendían a subrayar y defender el mayor valor de los voluntarios organizados en asociaciones por encima de las personas que contribuían sólo económicamente o bien que actuaban como voluntarias sólo en momentos puntuales y específicos.

Esta defensa me parece totalmente lógica, puesto que las organizaciones de voluntariado -y por tanto, el servicio a la causa social que las inspira- no se pueden sostener sin una base estable de personas que a ellas se sienten vinculadas y que se comprometen a medio o largo plazo.

Sin embargo, sin menoscabo de esta valoración superior hacia el voluntariado organizado, me gustaría romper una lanza por el voluntariado puntual y el individual. Yo creo en los ecosistemas y en la riqueza de las aportaciones múltiples y diversas y me parece que este otro nivel de voluntariado frecuentemente pasa inadvertido. Voy a poner tres ejemplos:

En el Hospital de Campaña de un barrio de Barcelona, mi amiga Montse relata la anécdota siguiente: fue testigo de un reparto de alimentos crudos, tipo carne envasada de supermercado, entre personas sin techo. Sabiendo que estas personas no tienen medios materiales para cocinar, imaginó que las personas destinatarias usarían estos alimentos para venderlos y obtener así algún dinerillo.  Para cerciorarse de qué pasaba exactamente, les preguntó y la respuesta no fue la que ella esperaba: acostumbramos a llevar la carne a unas vecinas del barrio que nos la cocinan en su casa y luego la pasamos a recoger.

La acción de estas señoras del barrio pasa desapercibida e incluso ellas no son voluntarias visibles, ni forman parte de ninguna asociación. Y sin embargo su aportación -que no es puntual, sino continuada- es un complemento clave en la actuación solidaria del reparto de alimentos.

Otro ejemplo más: Javier es el presidente de una asociación de voluntarios en el ámbito educativo, en el que colaboran organizadamente unas 180 personas. Y, al margen de esta dedicación, Javier, a título individual, fabrica jabón líquido en su casa, con aceite y sosa cáustica, para donarlo a entidades sociales diversas. También en este caso se trata de un compromiso continuado y no de una fiebre solidaria esporádica.

Finalmente, me gustaría también comentar el valor de lo esporádico y puntual, a raíz de haber vivido la Maratón de Valencia el domingo pasado. Me pareció extraordinaria la movilización de personas voluntarias.  En concreto, se necesitaban unas 2.300 personas para hacer posible la participación de 30.000 atletas en este evento deportivo. En este caso, sí que eran muy identificables, aunque tal vez para mucha gente no encajen del todo con el imaginario de persona voluntaria volcada hacia la vulnerabilidad social.

Creo que las personas normales, sin ser genios ni superdotadas, tenemos una enorme capacidad de llevar a cabo cosas extraordinarias. Esa capacidad se multiplica cuando nos juntamos y nos organizamos como colectivo. Pero también es importante, a mi juicio, valorar el voluntariado invisible, sobre todo cuando cuaja en el compromiso, sólido y continuado, en aportar alguna cosa para que el mundo vaya un poco mejor.

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