Estoy convencida que Irene Montero se confundió y no quiso decir lo que dijo cuando afirmaba que los niños y niñas pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les de la gana basadas, eso sí, en el consentimiento.

Creo que en realidad la Ministra no estaba pensando en el momento presente de los niños y niñas,  sino “en el día de mañana”, en tanto que personas adultas. Seguro que sabe de sobras que la infancia no es la etapa donde iniciar relaciones sexuales y que, en cualquier caso, no existe en la infancia el atenuante del consentimiento.

Aunque igual me estoy imaginando yo cosas o me resisto a aceptar que quiso decir lo que dijo. Espero que no.

Pero vamos a ver: aceptemos que es bastante fácil, en el contexto de un discurso cargado de tensiones, equivocarse en algo y no expresarse bien. ¿Es que nadie se equivoca nunca? Y aceptemos también que, cuando eso ocurre, hay que saber rectificar y poder decir algo como:

Disculpen ustedes, me doy cuenta de que no me expresé bien y me sabe mal. Lo que pienso sinceramente y quise decir fue…

Probablemente, si se disculpara, los adversarios de la Ministra tampoco lo aceptarían e insistirían en que dijo lo que dijo y se acabó. Se cebarían. Esto se llama hacer leña del árbol caído y es una práctica que yo, personalmente, detesto.

Pero, señora ministra, por favor, no piense en sus adversarios ahora. Descarte la idea de que no sirve de nada disculparse, porque sirve y mucho:

  • Piense usted en la gente que necesita tener confianza en la capacidad y humanidad de sus gobernantes.
  • Piense usted en que no podemos dejar que las derechas monopolicen la sensatez.

Haga el favor de disculparse. Eso no le restaría puntos. Eso la honraría.

 

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