Me emocioné hace apenas unos días con un nuevo vídeo de mi nieta, que a finales de este mes cumplirá dos años y medio.

Por primera vez la oí decir “¡mira!”, reclamando la atención de su madre para mostrarle lo que acababa de descubrir. Hasta hace poco ella era la principal destinataria de esta palabra mágica y éramos las personas adultas quienes reclamábamos su atención:

– Mira, Ona, una mariposa…

– Mira, Ona, he hecho albóndigas para comer…

– Mira, Ona, por aquí ha pasado un caballo…

– Mira, Ona, este es el cuento que te regala la abuela…

Mira es una palabra preciosa y simple. Tiempo habrá para matizarla con “fíjate”, “observa”, “date cuenta…”, pero mientras tanto, mira es la puerta para salir del ombligo, descubrir el mundo, asombrarse y estar atenta a lo que hay alrededor. A lo que pasa fuera de una misma. Es el motor de la curiosidad.

Por eso, cuando mi nieta, ella misma, usa la palabra para dirigirse a otra persona, es que ya ha captado lo interesantes que son las cosas, ya alberga el gusanito de la curiosidad. ¡Misión cumplida… por el momento!

Tenemos que trabajar para que niños y niñas recuperen la capacidad de asombro desde la mirada de lo cotidiano, no de lo excepcional, que dirijan el asombro hacia la curiosidad y que al final esto les genere preguntas, dice el profesor de Filosofía de la Facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba José Carlos Ruiz, en el artículo Preguntas y más preguntas: cómo incentivar el pensamiento crítico de las criaturas

Creo que una de las misiones educativas más relevantes hoy en día es precisamente despertar esta curiosidad por lo cotidiano. En un mundo de efímeros fuegos artificiales, los niños y niñas corren el riesgo de anestesiarse, de insensibilizarse, cuando la mariposa, las albóndigas, la caca del caballo o el cuento ya están de por sí llenos de interrogantes: ¿duermen las mariposas? ¿qué le has puesto hoy a las albóndigas, que no saben igual que siempre? ¿puede un caballo pequeño hacer una caca grande? ¿por qué corre la protagonista de este cuento?

De la mirada curiosa surgirán las preguntas interesantes.

Hace algunos años, Alfons Cornella y yo escribimos Ganarse la libertad, un libro donde los autores teníamos ganas de contar lo que no aprendimos en clase cuando éramos jóvenes. El primer capítulo lo destinamos precisamente a Mirar, y en él volcamos la aspiración de dejar que la vida entre, de embobarse, de entrenarse para mirar, de lo valioso que es tener un mentor que acompañe este camino.

Alfons está impulsando ahora Curiosity Atelier, una iniciativa para poner en valor y promover la curiosidad, entre otras razones porque, como afirma, las investigaciones demuestran que la curiosidad es buena para la salud, en particular para la salud mental.

Yo me he unido a esta iniciativa y no me ha costado mucho, porque soy una curiosa compulsiva.

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