Voy a participar en todas las manifestaciones que pueda a favor de la paz y en contra de la guerra. Pero lo voy a hacer cargada de dudas. No tanto sobre el diagnóstico de lo que está pasando, sino sobre lo que hay que hacer.

Buscando respuestas, he devorado el artículo Ucrania, seguridad compartida, firmado por personas expertas y sabias: Francisca Sauquillo (presidenta de Fundipax), Federico Mayor Zaragoza (presidente de Fundación Cultura de Paz), Ana Barrero Tiscar (presidenta de la Asociación Española de Investigación para la Paz), Mercedes de Castro (presidenta de Asociación de Cooperación por la Paz) y José Ángel Ruiz Jiménez (director del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada)…

Comparto al 100% el espíritu del artículo que, entre otras consideraciones, señala como responsable de la guerra en primera instancia al presidente ruso Vladimir Putin y, en segunda instancia, apunta una responsabilidad por parte de la OTAN y Estados Unidos con su afán expansionista.

No podemos seguir construyendo sociedades inseguras, violentas y desiguales. De acuerdo, pero ¿cómo paramos ahora lo que está pasando en Ucrania? Mi amigo Javier dice: Tengo muy claro que siempre estaré al lado del que sufre, del débil y no del poderoso. Si la víctima en este caso es el pueblo ucraniano y te está pidiendo que le envíes armas para defenderse, ¿qué haces?

Si las medidas diplomáticas y las sanciones económicas no acaban de funcionar -es lo que parece- para detener a Rusia en un mundo de economía globalizada, ¿qué más se puede hacer para evitar tener que enviar armas a Ucrania?

En aras a la Paz ¿hay que dejar que Putin siga exterminando? ¿hay que pedirles a los ucranianos que se rindan y consigan así que Putin frene? Por el contrario, ¿hay que suministrarles armas para que se defiendan? ¿O mejor que no, porque eso representa una escalada armamentista letal para todos?

De verdad que no lo tengo claro. Y me falla el mientras tanto. Suponiendo que apostemos -como desearíamos la mayoría- por seguir negociando hasta que se consiga la paz… ¿que les decimos a los ucranianos? ¿Algo parecido a esto: No os enviamos armas, aguantad hasta que consigamos frenar la guerra… ?

Me temo que en el fondo pensamos, o queremos pensar, que el diálogo es un arma poderosa para la paz y no puede fracasar. Pero me resuenan las palabras de Daniel Innerarity en una entrevista en el Confidencial: Europa ha madurado y no ha caído en ese pacifismo elemental de quienes defienden las vías diplomáticas, pero no responden a qué harían ellos si el diálogo, al que nadie se ha opuesto, termina fracasando.

Recomiendo la lectura del lúcido artículo de Vicenç Fisas, una autoridad referente en cuestiones bélicas: La nuesa del pacifista davant la guerra:  Voler la pau no pot ser simplement una manifestació de bona voluntat, sinó un horitzó ple de coses concretes a canviar, amb realisme però amb determinació, amb coalicions i aliances molt grans, i amb un programa específic. Traducción: Querer la paz no puede ser simplemente una manifestación de buena voluntad, sino un horizonte lleno de cosas concretas que cambiar, con realismo pero con determinación, con coaliciones y alianzas muy grandes, y con un programa específico.

Me imagino qué sentiría yo si mi país sufriera una amenaza como la que está sufriendo Ucrania. Por de pronto, debo confesar que no tengo madera de mártir. Y que el metro o cualquier otro escondrijo del subsuelo no sería suficiente para que todos pudiéramos refugiarnos.

La foto que acompaña este post es de un tweet de Federalistes d’Esquerra en la manifestación del 2 de marzo en la Plaza de Catalunya.

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