Las personas, instituciones, entidades y centros educativos que impulsamos proyectos de aprendizaje-servicio intentamos que la proporción entre ambos elementos sea de lo más equilibrada.

¡Es un “fifty-fifty”!, no nos cansamos de recordar. Cada elemento se apoya en el otro. Cuando la parte de aprendizaje es muy pequeña, el proyecto tiende a parecerse a una acción de voluntariado. Cuando la parte del servicio es muy delgada, el proyecto se acerca más a un aprendizaje práctico, a una investigación sobre el terreno.

Todo tiene su valor y su momento, pero la gracia del aprendizaje-servicio radica en ese equilibrio que aporta sentido al aprendizaje y aporta calidad al servicio.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, dentro de ese equilibrio ideal, la parte singular del aprendizaje-servicio en tanto que práctica educativa es el servicio a la comunidad. ¿Por qué? ¡Pues porque hay muchas metodologías activas en las que el aprendizaje es experiencial, significativo, estimulante, práctico y todo lo que quieras y más! Pero sólo el aprendizaje-servicio proporciona de manera específica el elemento del servicio a la comunidad.

Por tanto, es necesario plantear el servicio claramente, sin confusiones, considerándolo parte clave y no como un apéndice que si se llega a hacer se hace y sino, mala suerte.

Hace cinco años, motivada como estaba con este tema, elaboré un listado de las confusiones más frecuentes. Me gustaría rescatarlas y completarlas aquí, porque creo que de vez en cuando todavía las arrastramos:

La confusión más habitual se da con las actividades que suenan a “sociales” o que manifiestan una “apertura de la escuela al entorno”, o que conllevan que “los chicos y chicas salgan del aula”… Muchas de ellas no comportan ningún servicio a la comunidad. No son aprendizaje- servicio… lo cual no significa que tengan que serlo y probablemente ya están bien como están.

Vamos a ver ejemplos concretos que presentan confusiones:

  1. Uso de las personas mayores como testimonios: Un caso frecuente es recurrir a las personas mayores para hacer un trabajo sobre historia, como la guerra civil, la posguerra… Una práctica muy recomendable, que sin duda estimula la empatía, el contacto intergeneracional, las habilidades comunicativas y las capacidades del alumnado en recoger y ordenar la información. Pero si se trata estrictamente de eso, no conlleva servicio. No hay intención explícita de abordar una necesidad de otros (las personas mayores), sino que satisfacemos una necesidad propia de aprender a través de las fuentes directas. Esto es genial, y no es aprendizaje-servicio.
  2. Encuestas a la ciudadanía: De la misma manera, no es aprendizaje-servicio salir a hacer una encuesta en el barrio para saber la opinión de los ciudadanos sobre el transporte público, las zonas verdes, los precios de la comida o cualquier otra cosa. Está claro que es una actividad motivadora, educativamente válida y social, pero por sí sola no conlleva servicio a la comunidad. ¡El servicio nos lo hacemos a nosotros mismos consiguiendo esta información!
  3. Difusión de lo que hace la escuela en el entorno:¿Podemos considerar como servicio a la comunidad hacer una revista de la escuela, explicando qué cosas hacen los diferentes niveles educativos, quiénes son los profes, dónde vamos de colonias, cuándo haremos la fiesta de libro…? Aunque hagamos muchas copias de la revista y las distribuyamos en a las panaderías, en el mercado o en la frutería, el servicio a la comunidad (tener al entorno informado de lo que hace la escuela) sería muy débil, tan tenue como poner unos microgramos de cacao que no llegan a teñir un gran vaso de leche y afirmar que esto es leche con cacao. Bueno sí, pero… ¡ya son ganas de ver el cacao!
  4. Permitir la difusión de causas sociales en la escuela: Facilitar que la asociación solidaria del barrio nos informe de su campaña de recogida de ropa, de material didáctico, de alimentos; dejarle un espacio de recogida en nuestro almacén; publicitar su campaña en clase para animar a que algunos de los alumnos se apunten a echar una mano… Todo esto es sin duda colaborar en una buena causa y representa un servicio a la comunidad, pero si no hay aprovechamiento pedagógico explícito vinculado, no podemos hablar de aprendizaje-servicio.
  5. Visitas a las entidades sociales del entorno: Organizar visitas o entrevistas de los chicos y chicas a las entidades del barrio para hacer un trabajo, un mapa, o para extraer una información específica, es una actividad que ayuda a los chicos y chicas a salir de su cascarón, abrirse, contactar con problemáticas concretas, ver modelos de personas jóvenes y adultas comprometidas, etcétera, pero no hay aprendizaje-servicio si el resultado revierte solamente en ellos mismos y su propia sensibilización social. Es decir, si no hay realmente ningún servicio.
  6. Debates sobre temas sociales: montar un debate, un cine-forum o cualquier otra actividad de este tipo para tomar conciencia de un tema socialmente relevante, con el fin de recabar información, aprender a escuchar, a reflexionar, a argumentar… es una buenísima actividad de sensibilización, pero no conlleva necesariamente un servicio a nadie. Que quede claro que no es necesario que lo conlleve, pero entonces no lo llamemos aprendizaje-servicio.
  7. Investigación sobre un tema social: Investigar sobre los derechos humanos, la inmigración, la acogida a los refugiados, las personas sin hogar… puede llegar a generar acto seguido una acción de servicio. Pero si no la genera, la investigación por sí sola no es aprendizaje-servicio aunque, por supuesto, es una actividad educativa imprescindible y valiosa.
  8. Difusión demasiado poco intensa en el entorno acerca de un problema social. Por ejemplo, investigar sobre el auge de la xenofobia y a fin de concienciar a la población, elaborar un vídeo sobre el tema que se cuelga en internet… y que no lo ve casi nadie. ¿Dónde está el servicio? Si no se “ata bien atada” la oportunidad de que la gente lo vea, es decir, si no se puede comprobar que realmente ha habido esa concienciación que se perseguía, la acción se ha quedado en un trabajo de clase muy interesante. Pero no hay servicio a la comunidad, o tan delgado que apenas podemos demostrarlo.
  9. Dejar al azar el servicio a la comunidad después de llevar a cabo el estudio de un tema, bajo la excusa de que los chicos y chicas ya decidirán lo que quieren hacer. Esto está muy bien, pero si no hay ninguna dedicación y compromiso para que ocurra, las palabras se las llevará el viento y se quedará en un listado de buenos deseos.
  10. El servicio es el de los educadores, no el de los chicos y chicas. A veces la confusión está en el mismo protagonismo de quienes impulsan el servicio. Cuando los niños y niñas simplemente apoyan la acción solidaria del equipo educativo, pero, en realidad, el proyecto no lo viven como propio. Incluso esto puede ocurrir con acciones solidarias, cívicas o reivindicativas impulsadas por las familias de la escuela. Sin duda es una buena cosa que los chicos y chicas participen, pero no hace falta que metamos con calzador la idea de que aquí se da un proyecto de aprendizaje-servicio.

En conclusión:

Puesto que lo singular del aprendizaje-servicio es que el aprendizaje se alcanza a través de implicarse en un servicio a la comunidad, éste tiene que ser suficientemente intenso y claramente visible tanto por parte de educadores y educadoras como por parte de los chicos y las chicas.

Siempre, la confusión debilita y la claridad empodera.

 

 

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