A pesar de los buenos y justificados argumentos que expone el periodista Manuel Ligero en su artículo Por qué Nomadland no debería ganar el Óscar, esta película me ha robado el corazón.

Me he preguntado por qué. Que conste que de cine entiendo lo justo y de análisis económico-político incluso menos.  A riesgo de que me llames ingenua y sensiblera -que bueno, que quizás también- ahí van los siete motivos por los cuales me gusta mucho Nomadland:

  • Uno, porque creo que retrata las consecuencias de la recesión económica derivada del 2008, y ese retrato es necesario. El tono nostálgico e incluso poético que utiliza para ello creo que es complementario a lo que sería un alegato reivindicativo que, por cierto, yo también hubiera celebrado.
  • Dos, porque me emocionan siempre las expresiones de solidaridad y de sentimiento comunitario, que en esta película están bien presentes en las relaciones entre los nómadas. Cómo se respetan sin juzgarse, como se ayudan, como se cuidan.
  • Tres, porque describe un abanico diverso de nomadismo: hay quien no tiene casa y hay quien escoge no tenerla; hay quien opta por reintegrarse a una vida familiar estable, quien opta por acabar con su vida, quien opta por continuar su trayectoria, quien opta por volcar su dolor en ayudar a los demás…
  • Cuatro, simplemente por los paisajes y la música. Hubo momentos en que me sentía yo dentro de la película, viajando por los mismos escenarios grandiosos, inacabables. Paisajes que acentúan la soledad de las personas que los viven y que contrastan, en su belleza, con la pobreza que éstas arrastran.
  • Cinco, por la soberbia actuación de Frances McDormand. Descubrí a esta actriz en Fargo y luego volví a disfrutar de sus actuaciones en Quemar después de leer y Tres anuncios en la carretera. Sinceramente, creo que sólo por verla a ella, sus miradas, sus silencios… ya vale la pena la película.
  • Seis -y esto es más anecdótico todavía- porque durante dos veranos anduvimos errantes en una vieja California camperizada. A pesar de ser una frívola experiencia de vacaciones y nada más, muy lejana a la realidad que describe la película, la verdad es que algo del espíritu errante y contemplativo se pega y no puedes evitar revivir esa sensación en Nomadland.
  • Siete, porque me han entrado ganas de leer el libro y más después de la estupenda crítica de La Marea que no salva por ningún lado la película. Asumo la contradicción de que muchas veces me gusta lo que no me tendría que gustar y no me gusta lo que me tendría que gustar. En fin…

En cualquier caso, me quedan muchas preguntas abiertas para reflexionar reposadamente, entre otras si la soledad es el precio de la libertad… y si yo estaría dispuesta a pagarlo.

 

 

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