Hubo un tiempo en que cada verano tenía que subir a un pico de 3.000 metros en los Pirineos. No es que fuera una obligación fastidiosa, simplemente es que el ritual me hacía ilusión, incluso ir coleccionando.

Y luego había la satisfacción de identificar, desde la cima del último pico, aquellos a los que ya había subido o que me faltaban.

La verdad es que me sigue haciendo ilusión y tiendo a cumplirlo, sólo que con los años una se vuelve más sibarita. No sólo ya no me vale cualquier tres mil, sino que aprecio enormemente los que sin llegar a esta cota ofrecen otros atractivos.

Este agosto he subido a al Pic de Neouvielle, de 3.091 m.  y al Pic d’Escobes, de 2.779 m.  Siendo ambas montañas imponentes y las ascensiones de cierta envergadura, si tengo que escoger, me quedo con la segunda.

El Pic de Neouvielle está en el Pirineo Francés y se alza majestuoso en el circo lacustre de Cap de Long, Oredon y Aubert. Es una Reserva Natural de gran belleza. Antes de este pico ya conocíamos sus hermanos de la zona: el Turon de Neouvielle y el Pic de Cap de Long.

En el Pic de Neouvielle, todo son palabras mayores: más allá de los lagos, al inicio del itinerario, grandes caos de rocas convierten las vías más fáciles en auténticos circuitos “romperodillas”.

En este sentido, el pico no da tregua: desde el aparcamiento del Lac d’Aubert a 2.150 m, son 4 horas y 15 minutos de ascensión -contando las pausas imprescindibles- con pendiente pronunciada, sorteando casi siempre o bien pedreras engorrosas o bien enormes rocas de granito, en las que nada puedes hacer con los bastones salvo guardarlos para no tropezar.

Tienes la sensación de cruzar todo el rato por encima del árido cadáver de un glaciar que ya no existe. Alcanzas la cima poniendo las manos en el último momento, habiendo superado unos 1.000 m. de desnivel.

La cima es tan estrecha y escarpada que apenas cabe nadie. Sólo puedes quedarte unos minutos, puesto que hay que dejar paso a los otros alpinistas que vienen por detrás. Y son bastantes, porque el pico tiene cierta fama.

El Pic d’Escobes, en el Pirineo de Andorra es otra cosa. Bastante menos conocido y de altura menor que el anterior, ofrece un paisaje mucho más variado siendo el desnivel a superar prácticamente el mismo: alrededor de 1.000 m.

Partes del aparcamiento del Pont de la Baladosa, a 1.835 m. y recorres el precioso  valle d’Incles hasta llegar a sus collados de cabecera, el Coll de Juclar y el Coll de l’Alba.

Hasta ese momento, el camino ha sido amable y verde, a tramos como un jardín botánico de rododerndos, arándanos, gencianas y acónitos, con los lagos de Juclar, el refugio, cascadas y lugares de baño que mentalmente te apuntas para disfrutar en el descenso…

A partir del Coll de l’Alba la cosa se pone seria. Hay que ir intuyendo una ruta sólo marcada por hitos de piedras y superar tramos donde lo mejor es poner las manos para guardar el equilibrio.

El itinerario se encarama hasta la cresta y salta a la otra vertiente para ir planeando (es un decir) hasta un colladito. Entonces empieza la trepada final a la cima, con pasos de II grado, alguno de ellos bastante atlético.

Subimos 4 personas encordándonos en algún punto, y tardamos 4 h y 26 minutos, también contando todas las pausas imprescindibles.

Curiosamente, la cima presenta un espacio llano y cómodo y al llegar había únicamente una pareja de alpinistas. En total, nos cruzamos sólo con 5 personas en toda la ascensión… ¡Una diferencia abismal con el Pic de Neouvielle!

En ambas montañas he disfrutado una bellísima experiencia, pero si tuviera que repetir, me quedo con el Pic d’Escobes. A día de hoy valoro otras cosas aparte de la altura o la fama de las cimas:

  • porque ya soy mayor y los picos “romperodillas” me perjudican más que cuando era joven, qué le voy a hacer.
  • porque disfruto muchísimo si me puedo bañar en un lago o río en el transcurso de una excusión, como hice en el Pic d’Escobes.
  • porque un poco de trepadita me pone color a un pico y me hace más ilusión si cabe.
  • porque aunque me gusta ver gente en la montaña, me molesta un poco la situación de “hacer cola” para llegar a la cima, sobre todo si es terreno inestable con riesgo de caída de piedras.

En fin, que ciertamente, si con los años camino más despacio, también ahora disfruto apreciando lenta e intensamente los pequeños detalles. Y poco me importa que el pico no alcance los 3.000.

En la foto, Álvaro, el único no-abuelo del grupo, en la arista del Pic d’Escobes, con el Estany de Juclar al fondo.

Share This