Dedico este post, con todo mi cariño, a todos los trolls que vierten su odio y su miseria en las redes sociales, intentando hacer daño.

  • A los que atacan porque así se sienten superiores, más inteligentes, más de todo.
  • A los que, en realidad, odian el género humano y les parece cursi hablar de bondad, de generosidad, de entendimiento, incluso de pacto.
  • A los que se escudan en el anonimato, insultan o inventan lo que haga falta para hundir o humillar a otros.

Son cinco lecciones aprendidas más por vieja que por sabia, que conste. En la primera redacción de este texto no salía la palabra estupidez, sino otra más malsonante y contundente. Al final la he cambiado, que tampoco hay que pasarse…

Primera lección: El estúpido es un ciudadano, nos guste o no. Como tu y como yo. Merece mi respeto por ese motivo. En tanto que ciudadano, tiene derechos aunque sea un estúpido y hay que tratarle frecuentemente como si no lo fuera. Cuesta un poco, la verdad, pero consuela porque así se le quita hierro al asunto, que siempre viene bien.

Segunda lección: El estúpido no atiende a razones. Es inútil intentar el diálogo, me refiero al diálogo de verdad, la conversación sincera, porque sólo se oye a sí mismo y le molesta grandemente la disidencia. Su especialidad, la que borda, es mirar fijamente el dedo cuando señalas la luna. Es desesperante. Pero escucharle, aunque parezca mentira, puede ser positivo, porque sirve para aprender cómo funciona su cerebro. ¡Así descubres curiosidades de la madre naturaleza!

Tercera lección: El estúpido, aunque le vea venir, al menos a mi a veces consigue hacerme daño. Porque vamos a ver, él se ha especializado en lo suyo, y de hacer daño sabe más que tu y que yo. Cuando eso ocurre, me funcionan dos cosas: 1) recordar que, en realidad, la estupidez es minoritaria, aunque haga mucho ruido. La mayoría de la gente es buena gente. 2) Si me afecta, de algún modo me vence. Por tanto, hay que intentar que no me afecte.

Cuarta lección: Sorprendentemente, el estúpido, de vez en cuando puede tener razón en algo. Cuando eso ocurre, yo le doy la razón en ese asunto concreto. Una cosa no quita la otra y no hay que mezclar. ¡El espíritu santo es generoso y despistado iluminando a la gente!. Además, pasa a veces que, si le doy la razón,  el estúpido se descoloca al ver que estoy de acuerdo con él en algo, porque por defecto el busca la provocación y la pelea. Desmontarle sus expectativas es divertido.

Quinta lección: A día de hoy no está claro si se hereda, si se contagia y si se puede curar la estupidez. La comunidad científica internacional (CCI) no se pone de acuerdo. Yo quisiera creer que sí se cura. Me la imagino como un virus que se multiplica en ambientes poco saludables. Por eso me rodeo de buena gente todo lo que puedo. Y aparte de intentar no ser estúpida, intento mantener la esperanza en el ser humano.

 

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