Texto original en catalán: QUAN EL TERRITORI ESDEVÉ ESCOLA
Tuve el placer de participar ayer en este webinar de la Fundació Jaume Bofill junto con Francesc Arolas y Xavier Rosell, moderado por Mónica Nadal.
Había cuatro espacios simultáneos y nosotros estábamos en el número 4, que intentaba aportar respuestas a una pregunta compleja, que luego se desglosaba en otras:
¿Cómo hacer de la ciudad un contexto de aprendizaje vivencial a partir de los intereses de los niños y jóvenes ?
A continuación expongo las respuestas que compartí en la primera pregunta, común a los tres ponentes, y en la segunda, que sólo iba dirigida a mí.
PRIMERA PREGUNTA: Ante la necesidad de expandir la escuela a otros espacios de la ciudad, en clave de equidad, ¿qué 3 oportunidades se nos abren? ¿con qué 3 obstáculos nos podemos encontrar? y ¿como los podemos superar?
Oportunidades
- En Cataluña tenemos un tejido asociativo espeso, con muchas entidades y asociaciones que trabajan sobre el territorio y están dispuestas a establecer vínculos con la escuela.
- Tenemos ayuntamientos que trabajan también duro para la cohesión social de su municipio y que quieren conectar los centros educativos con las entidades y asociaciones locales. La misma alianza Educación 360 es una muestra.
- Una moción aprobada por el Parlamento de Cataluña el 17 de junio, que aprueba la incorporación de la figura del educador social en las escuelas de primaria y secundaria.
- Un buen precedente en los proyectos de aprendizaje servicio que se han generado en los últimos 15 años y que son una muestra excelente de alianza entre el sector educativo y el sector social. Por tanto, no partimos de cero y nos podemos inspirar en el camino hecho por los demás.
Obstáculos
- Falta de recursos humanos, organizativos y económicos que den alas a las alianzas entre escuelas y entidades. Se hacen alianzas, si, pero con mucha precariedad de recursos, lo que las vuelve frágiles, y eso afecta en particular a las entidades sociales que cuentan con recursos migrados. Por poner un ejemplo, en Francia existe la figura del maestro Détachee (una especie de maestro en comisión de servicios) que no sólo puede ir a trabajar a organismos públicos durante un tiempo, sino también a las asociaciones sin ánimo de lucro.
- Falta de rodaje en el trabajo en red, que significa asumir culturas de trabajo diferente, compartir objetivos, lenguaje … Los docentes, los educadores y las propias entidades sociales hemos aprendido a “trabajar en grupo” (que quiere decir entre personas) pero no siempre sabemos “trabajar en red” (que quiere decir entre colectivos).
- Falta de visibilidad de las experiencias que funcionan, y eso es una lástima, porque lo que se visibiliza y se difunde tiene más posibilidades de ser valorado y de consolidarse.
Herramientas de superación
Es necesario un “ecosistema de apoyo” para superar los obstáculos y aprovechar al máximo las oportunidades, formado, al menos, por 6 piezas:
- Promoción de redes y alianzas: hay que ser “aliancista” y no únicamente felicitarse cuando una alianza se genera. Por otra parte, las redes deben tener un propósito concreto, una meta a alcanzar que nos mueva a todos. Pongo como ejemplo los proyectos de Ciencia Ciudadana, que reúnen alumnado, familias, profesorado, investigadores, vecinos… para hacer frente común a los microplástios, los alergógenos, o cualquier otra amenaza, grande o pequeña.
- Financiación: ¿No habría que estructurar al menos convenios con dotación económica para entidades sociales que trabajen con las escuelas? Ciertamente, podemos hacer muchas cosas a base de voluntariado, pero, evidentemente, no lo podemos hacer todo.
- Figuras profesionales y personas adultas referentes: Debemos hacer lo posible que la incorporación de la figura del educador social en las escuelas no quede como papel mojado. Y, además, favorecer que los chicos y chicas tengan contacto con personas adultas, no necesariamente del mundo de la educación, apasionadas por algo: el deporte, la música, la jardinería, la gastronomía … personas que han encontrado un sentido a su vida y que pueden actuar como modelos alternativos a los que consumen los chicos y chicas en los medios y las redes sociales.
- Formación y asesoramiento para todos juntos: Debemos generalizar la práctica de formar juntos, escuelas y entidades, como tan acertadamente ha comenzado a hacer el Consorcio de Educación de Barcelona con la formación para el Servicio Comunitario.
- Reconocimiento y difusión: Tenemos que encontrar la manera de visibilizar las buenas prácticas, dándoles relevancia social.
- Investigación: Debemos impulsar investigación que ponga en evidencia los éxitos, los fracasos, las claves, los riesgos y las ventajas.
SEGUNDA PREGUNTA: ¿Cómo conectar las oportunidades de aprendizaje del entorno para enriquecer los itinerarios educativos del alumnado partiendo de sus intereses?
Hace ya bastantes años, una escuela de verano de maestros tenía como lema El entorno, una ventana abierta al aprendizaje. Estuve un rato mirando el precioso cartel con este lema y sintiendo que algo no me acababa de cuadrar. Al final, pude averiguar qué era: yo hubiera dado la vuelta a la frasea y habría dicho El aprendizaje, una ventana abierta al entorno.
Por lo tanto, la pregunta que me hacéis ahora yo también la formularía de otra manera. Y diría ¿Cómo pueden los aprendizajes del alumnado enriquecer el entorno? Es decir: ¿Qué pueden hacer los chicos y chicas para mejorar la sociedad?
Efectivamente, hay al menos dos formas de enfocar la relación entorno-escuela:
- Una, la más frecuente creo en la pedagogía contemporánea, es la de ver el entorno como fuente riquísima de aprendizajes para los chicos y chicas. Ver el entorno como oportunidad para aprender un montón de cosas, como un abanico de recursos, incluso como la mejor de las escenografías. Obviamente, esto es así y esto se ha de exprimir.
- Pero la otra manera, que no la veo opuesta, sino complementaria, es la de considerar que la finalidad de la educación es cambiar el mundo, que los aprendizajes al menos unos cuantos, al menos a veces, tienen que empujar los chicos y chicas transformarlo. Además, en clave de equidad y de inclusión, que los chicos y chicas con dificultades sean capaces de mejorar su entorno, rompe el estereotipo del asistencialismo, de pensar que sólo pueden ser receptores y no ciudadanos activos protagonistas.
En este sentido, y colocándome en esa segunda opción, pienso que no siempre hay que partir de los intereses que los chicos y chicas tienen en un momento dado, sino que a menudo hay que ayudarles a ampliar estos intereses más allá de su ombligo, de su universo emocional y hacerlos sensibles a lo que pasa en la sociedad. Por favor, dejadme que refuerce la expresión “no siempre”, porque no quiero transmitir un posicionamiento dogmático por mi parte.
Hay muchos caminos para abrir los chicos y chicas a la alteridad y aquel en que trabajamos en el Centre Promotor d’Aprenentatge Servei son precisamente los proyectos de aprendizaje-servicio, en que los chicos y chicas analizan un problema o carencia del entorno no sólo para sensibilizarse y aprender a identificar las causas y las consecuencias, sino también para actuar y provocar un cambio positivo en ese entorno. Cuando los chicos y chicas hacen suyos los problemas y retos de la comunidad actúan bajo la ética del cuidado, refuerzan su generosidad y fraternidad hacia los demás.
Un artículo de la filósofa Victoria Camps, El deber de cuidar, publicado por la revista Ethic, entre otras cosas, afirmaba:
El ideal de autonomía, autosuficiencia y soberanía plena se ha derrumbado. Ni somos dioses ni llegaremos a serlo nunca (…). Esta es la lección antropológica que nos deja la pandemia. Una lección de la que emanan obligaciones de reciprocidad, de fraternidad, de compasión, de atención y asistencia al otro (…) Tener cuidado, ser solícito, poner diligencia en lo que realmente lo merece y importa para el bien de todos es un paso obligado para que el mundo empiece a cambiar.
Y este deber que defiende la Victoria Camps, resulta cada vez más una condición necesaria para la supervivencia del planeta, como esta crisis nos ha demostrado.
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