Así de represora me siento a veces

El viernes nuestra ruta matinal de correr fue la subida y bajada al Park Güell.  Desde el cruce de Diagonal con Mallorca es un itinerario en línea recta de apenas 4,6 km entre ida y vuelta, pero cubre 150 bonitos metros de desnivel, por no contar lo que luego corrimos por dentro del parque.

Llegamos a eso de las 08:15 h, el parque ya estaba abierto, con poquísimos visitantes, ¡afortunadamente!: algunos vecinos, corredores como nosotras, cero turistas…

Vimos muchas personas del servicio de vigilancia y de jardinería. Una señora vigilante de la Sala Hipóstila, muy amable, se prestó a sacarnos algunas fotografías y estuvimos charlando con ella unos minutos.

-¿Tienen ustedes mucho trabajo ahora?

-La verdad es que sí, respondió, porque tenemos que contener muchas acciones vandálicas.

Nos dejó de piedra…

– ¿Ahora que hay tan poquita gente? ¿A qué se refiere?

– Niños que juegan con el patinete dentro de la sala y se chocan contra el “trencadís” de las columnas, padres que juegan a la pelota con sus hijos aprovechando las vallas de las obras, niños que se suben a las mesas de la zona de picnic…

Nos puso un montón de ejemplos. Pero sobretodo le dolía que los padres no aceptaban sus amonestaciones y se encaraban con ella.

Estaba claro que no se trataba de turistas borrachos e inconscientes. Estaba hablando de vecinos de la ciudad, de ciudadanos de Barcelona, que tienen ahora mismo la oportunidad de disfrutar del parque, una obra de arte y un espacio verde muy necesario. De familias que no controlan a sus hijos, que les han maleducado probablemente porque ellos y ellas también son maleducados.

Igual me sale la vena disciplinaria, pero yo creo que hay que multar sin contemplaciones.  Hay demasiada herencia de incivismo acumulado para resolverla sólo con palabras y razonamiento.

Nunca hay que desesperar en el afán de hacer pedagogía -o sea, convencer- de que hay que respetar el entorno y los bienes colectivos. Pero llega un momento en que hay que poner en marcha también otras medidas, llámalas sancionadoras o represoras.

Leí la noticia de que la Consellería de Interior de la Generalitat contratará 100 abogados para tramitar 140.000 sanciones que se han impuesto por incumplimiento de normas durante el coronavirus. Y me parece muy bien.

El argumentario es irrefutable: por respeto a los ciudadanos que han cumplido las medidas decretadas, y porque quebrantarlas ha puesto en riesgo la salud pública y ha supuesto un atentado contra el esfuerzo de profesionales sanitarios que se han jugado la piel conteniendo el avance de la pandemia. 

Se podría transcribir perfectamente a los que atentan contra la integridad del Park Güell:

  • por respeto a los ciudadanos que tienen derecho a disfrutar del parque y que se comportan adecuadamente.
  • porque quebrantar las normas cívicas pone en riesgo el patrimonio arquitectónico y natural de la ciudad.
  • porque actuar vandálicamente es una falta de respeto también contra el esfuerzo de los profesionales (vigilantes, jardineros, guías turísticos… ) en mantener el bien común. 

Así que, bueno, a veces convivir exige combinar dos sabores: el dulce de la educación cívica y el amargo de las sanciones para salvaguardar el bien común.

 

 

Share This