Retrógrada, puritana, antigua… ¿cuántas más descalificaciones e insultos vamos a oír quienes nos oponemos a utilizar la imagen hipersexualizada de la mujer como supuesta afirmación de su fortaleza e independencia?

El proyecto frustrado de usar Wonder Woman como icono de la ONU para el empoderamiento de las mujeres y las niñas ha coincidido – ¿casualidad?- con el bonito regalito de una muñeca hinchable por parte de empresarios chilenos a su ministro de Economía.

Es para estimular la economía – parece que adujeron sin rubor los simpáticos e ingeniosos empresarios. ¡Qué loable intención! Como la que debían de tener los que propusieron lanzar a Wonder Woman como la repera de la defensa de los derechos de la mujer.

Pues no señores, esto no funciona así. A ustedes les va a parecer fresco y simpático. Bueno, hasta cierto punto lo es: es una trampa fresca y simpática como un zumito de naranja con veneno de ratas dentro.

El envoltorio de la hipersexualización siempre cae bien entre los machistas de toda la vida´(porque, en definitiva, arraiga la idea de la mujer al servicio de la sexualidad masculina) y genera dudas entre los y las progresistas que temen ser tomadas por reaccionarias (porque evoca libertad y desinhibición).

Pero a estas alturas del partido, a muchas de nosotras ya no nos la dan con queso. La imagen de la mujer como objeto sexual del hombre es una de las muchas trampas que hemos tenido que sortear a lo largo de nuestra vida.

La alegría de la hipersexualidad como emblema de la libertad no lava la sucia realidad de la desigualdad y la discriminación hacia la mujer: la consolida. 

Y ahora llámame conservadora.

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