El axioma clásico de la pedagogía moderna, poner al niño en el centro de la educación, tiene sus peligros, habida cuenta de lo fácilmente que se nos va la olla con los ilusionismos pedagógicos.
Si ponemos al niño en el centro de la educación… ¡procuremos al menos que no se entere!. Porque si bien se comprende la intención educadora, bastante egocentrismo acumula actualmente la infancia como para reforzarlo.
No me refiero, claro está, a los chicos y chicas con menores oportunidades y en riesgo de exclusión. Me refiero a la amplia capa de niños y niñas en nuestro país que viven razonablemente bien, campan a sus anchas, no recuerdan las palabras mágicas (por favor, perdón, gracias…) y los Reyes Magos les traen el Scalextrix por mal que se hayan portado durante el año.
Atención, porque en educación es fundamental el descubrimiento de que hay vida más allá del propio ombligo o dicho de otra manera, que el bien común es más importante que los intereses y motivaciones individuales, con la complicación añadida de que atender lo colectivo y ajeno a uno mismo es a veces tremendamente incómodo.
Por eso me ha gustado mucho el artículo de Philippe Meurieu L’Education Nouvelle: carrefour de malentendus… et creuset de la réflexion pédagogique d’aujourd’hui. Es un artículo valiente, no se anda con chiquitas y desmonta 7 tópicos generadores de confusiones:
- Un alumno no aprende si no está motivado.
- Cada niño aprende de una manera que les es propia y por eso hace falta una escuela a medida.
- El alumno aprende lo que tiene sentido para él.
- El alumno aprende siendo activo.
- El alumno sólo aprende colaborando con otros.
- La educación tiene que ser democrática.
- El niño tiene derecho a la libertad de expresión.
La educadora autora del blog Quadern d’idees ha traducido al catalán el artículo de Meurieu: Els 7 malentesos de “l’Escola Nova” (segons Philippe Meurieu): ¡Muchísimas gracias! Nunca nos sobrará el sentido común…
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