Hace dos días vi The Homesman (Deuda de honor), una extraña, cruel y fascinante película dirigida por Tommy Lee Jones. Todavía estoy impactada por los personajes y la actuaciones de Hillary Swank y Tommy Lee Jones.

No comparto en absoluto la crítica feroz de El Fett, aunque comprendo que muchas personas se puedan llegar a sentir irritadas. A mi me parece extraordinaria esta historia de una mujer desesperada por encontrar compañía, prosperidad y sentido a su vida.

Podría ser el relato épico de un viaje por el oeste americano: una granjera debe trasladar a tres mujeres de la zona que han perdido la razón a una población donde, en teoría, han de atenderlas. Por el camino se encuentra con un delincuente a punto de morir ahorcado y lo salva con la condición de que la ayude a llevar a cabo su misión.

No es un western convencional y va dejando suficientes cables sueltos como para hacerse un montón de preguntas. También incomodidad y frustración, ciertamente, porque Mary Bee Cuddy, el personaje de Hillary Swank, desborda empatía y compasión por todos los poros y nadie parece apreciarlo ni, por supuesto, dejarse contagiar de bondad por ella.

En una de las escenas memorables, Mary Bee apenas consigue una media mirada amable de una de las mujeres dementes, cuando, después de darle agua, pone un poquito en un dedal y se lo ofrece a la muñeca de trapo a la cual la mujer se aferra.

Te pasas la película deseando que la cosa acabe medianamente bien y acaba de la peor de las maneras, con el olvido trivial e inhumano hacia la persona que menos lo merece.

Si en algún momento te preguntas qué volvió locas a las tres mujeres, la película aporta suficientes respuestas desoladoras. Quizá hay días en que, mal que me pese, toca ser pesimista.

 

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