Sierra de Guara. Río Vero. Un poco turbio, porque el día anterior había llovido. Ocho niñas de unos doce años y un guía. Sin duda, un buen conocedor de la zona, educado y simpático. Se cruzaron con nosotros a medio descenso.

El guía era el único adulto en una excursión que, como poco, te lleva 6 horas. Y bajar el río entre caos de rocas, saltos, toboganes y largos tramos de nadar no es moco de pavo. ¡Cada año hay accidentes mortales en el Vero!.

Preferiría hoy desparramarme hablando de la emoción estética que provoca esta naturaleza.  La luz, el color anaranjado y gris de las rocas, la temperatura del agua, la libélula atigrada que apenas la roza, los helechos que se inclinan a tu paso, los buitres que te vigilan…

¡Pues no puedo evitar volver a hablar de la seguridad en la montaña! El descenso de barrancos en la sierra de Guara no ofrece sólo una intensa actividad deportiva, ofrece mucho más que eso.  Y para disfrutarlo hay que ir seguro.

No hay ninguna pedagogía en la exigencia de que con menores de edad, en una excursión como ésa, son necesarios dos adultos. Es puro sentido común. Si una niña cae mal, se fractura una pierna y el guía tiene que ir a buscar ayuda (o cobertura de móvil), ¿cómo lo va a hacer? ¿dejando a las niñas solas…?

Con un sólo guía titulado y competente puede ser suficiente, pero por lo menos hay que llevar a otra persona adulta.

Me da bastante rabia discutir cosas de sentido común. Y todavía me da más rabia escuchar tonterías como aquello de ¿lo ves como no ha pasado nada?

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