Los que me tachan de hiperactiva tal vez no conozcan a quienes cayeron de pequeños en la marmita de Obélix. Bueno, en realidad la marmita era de Panorámix, el que preparaba la poción mágica.

Al igual que Obélix, muchas personas exhiben una fuerza increíble, sobrehumana, sólo que más bien en el lado moral e intelectual de la cosa, no como el compañero de Astérix, que lo centraba todo en el músculo. ¡Ellas se cayeron en la marmita de la sabiduría!

A mi me sorprende y fascina su inmensa capacidad para generar un montón de ideas y de energía positiva que reparten de manera generosa. Y los beneficiados de esa generosidad, claro, la disfrutamos y nos arrimamos todo lo que podemos, a ver si se nos pega algo.

Un marmitero es Fernando Trujillo, que no para quieto y que parece dominar cualquier disciplina que se le ponga por delante: tecnología, aprendizaje basado en proyectos, juegos, educación bilingüe, educación musical… Es como una especie de hombre del Renacimiento que toca todas las materias y navega feliz correlacionándolas.

Para muestra, un botoncito de su post De la fábrica de conocimiento a las redes de aprendizaje: una ponencia serendipity-friendly en #TEDxNR:

Eso es precisamente lo que proponen los buenos docentes a sus estudiantes: retos. El reto puede ser construir una cámara de fotos con una caja de zapatos, lanzar un cohete al espacio o grabar un documental sobre la posidonia. Lo importante es que los estudiantes lo sientan como un auténtico reto, algo a lo cual merece la pena dedicarle tiempo y atención…

Tenemos que recuperar para la educación algunos de los principios del juego que favorecen la innovación y la serendipia: la narración épica, la creación de escenarios por explorar, la superación de retos para conseguir llegar a la meta, la elección entre diferentes caminos, el aprendizaje a partir del error o la inteligente gestión de las recompensas son algunas de las claves para esta gamificación del espacio escolar…

Quisiera pedirles que, entre todos, ayudemos al profesor innovador, a ese que busca nuevos caminos, a quien ofrece retos, a quien permite el diálogo, a quien ha asumido que su tarea es la formación de personas para el siglo XXI y no máquinas de superar tests. No tengan ustedes reparo: abracen al maestro de la serendipia

Todos mis amigos marmiteros son incansables e inasequibles al desaliento. Pueden despertar envidia -de la sana y de la otra-, pueden agotar, pueden deslumbrar, pero los necesitamos para absorber un poquito de su energía, la que nos ayuda a combatir la sospecha de que no hay nada que hacer porque esto no tiene arreglo.

 

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