Martes por la tarde en el Instituto Eduard Fontserè en L’Hospitalet de Llobregat, uno de los mejores centros de secundaria que conozco.

Mis estudiantes de BBA estaban dinamizando con alumnos del instituto el Taller Comunica: exposiciones, ejercicios, vídeos y dinámicas varias para mejorar la expresión oral de los adolescentes.

Era el último día y se trataba de exponer un tema aplicando todo lo aprendido en las anteriores sesiones del taller. Christian salió el primero. Se había preparado una exposición sobre su país de origen, Bolivia, con diapositivas muy bonitas.

Desde el principio me quedé fascinada por la pasión que ponía y la gracia como iba desgranando los contenidos. Se identificaba con su tierra y la describía con cariño pero sin fanatismos, transmitiendo el deseo de visitarla.

Su referencia al problema del agua en Bolivia me remitió a la película Tambien la lluvia, de Iciar Bollaín, que me había gustado mucho. Hasta que, de pronto, apareció en la pantalla una foto de los Andes Bolivianos.

Como una ráfaga, la visión me llevó al recuerdo de Aníbal, un amigo boliviano alpinista y comprometido con la promoción de la salud en su país, que murió hace tiempo en un accidente en la montaña. El impacto me acompañó durante el resto de la exposición de Christian.

Al acabar, me acerqué para felicitarle por la presentación y no pude evitar referirme con emoción al recuerdo que me había provocado. ¡Lo siento¡, dijo Christian, compungido. No te preocupes -respondí- ha estado muy bien recordar a Aníbal.

Christian tuvo que marchar unos minutos antes de acabar el taller. Con la formalidad espontánea típica de los latinos, se despidió de los estudiantes de BBA dándoles la mano. Al pasar por mi lado se me acercó y me dio un beso: ¡Cuídese!, me dijo.

Me voy a cuidar Christian, aunque sólo sea para escucharte otra vez y alimentarme de la energía positiva de las personas que creen en lo que están contando y desencadenan sentimientos tan dolorosos como bellos.

 

 

 

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