Esta mañana la sala de plenos del Ayuntamiento de Sant Cugat estaba a rebosar de maestros y maestras (algunos todavía con la camiseta reivindicativa de la manifestación de ayer) y del alumnado de los centros educativos de la ciudad.

Se trataba de un acto solemne, la entrega de diplomas como reconocimiento y celebración de los proyectos de aprendizaje-servicio llevados a cabo durante el año.

En muchos de estos proyectos los mayores ayudan, enseñan o guían en algún aspecto a los pequeños. En el acto estaban tanto unos como otros: los que hacen el servicio y los que lo reciben.

Todos aprenden, comparten, se relacionan y se divierten. Por eso uno de los niños de Primaria expresó este deseo: el año que viene… ¡queremos repetir!

Con sus compañeros de clase, había participado como “beneficiario” del proyecto Dona’m joc (dame juego), muy sencillo y muy útil: semanalmente, los chicos y chicas de secundaria del Institut Pla i Farreras preparan juegos deportivos y los dinamizan a la hora del patio con los niños y niñas de la vecina Escola Collserola.

Del mismo modo, los chicos y chicas del PQPI (Programa de Calificación Profesional Inicial) aprenden a cuidar un huerto y transmiten las capacidades adquiridas a los niños de Parvulario de la Escola Catalunya, para que cuiden el suyo.

Y en otras ocasiones, los chicos y chicas se lanzan a concienciar a toda la ciudad, como hicieron los alumnos de la Escola Turó de Can Matas, impartiendo conferencias  sobre Zimbabwe después de haberse imbuído de la situación social, económica y política de este país.

Sólo cito tres ejemplos, pero en la ciudad se han llevado a cabo este año 11 estupendos proyectos que consolidan el desarrollo del aprendizaje-servicio como política pública de una ciudad educadora.

Me pidieron una intervención previa a los relatos de los chicos y chicas, y llevé esta breve conferencia. Está en catalán y recoge un cuento de mi amiga Yolanda Jiménez.

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