Estamos en un campus universitario a 30 kilómetros de París, en medio de un bosque espléndido. Hay robles, tilos, arces, fresnos, cedros…

Un lugar ideal para un encuentro de la Red Ashoka, cuyo símbolo es un árbol y cuyos miembros son tan diversos como el bosque que nos rodea.

En estos encuentros multiculturales el diálogo acaba siendo un fin en sí mismo. Creo que no hay que buscar una gran operatividad, del tipo “debates ordenados que generan ideas fácilmente concretables en planes de trabajo”, etcétera…

Entender al otro, su entorno, su reflexión y su proyecto ya es un logro que vale la pena. Me inscribí previamente en el “cluster” de educación que ha durado todo el día y estoy contenta de haber tenido la oportunidad de conocer tantas buenas experiencias.

Entre otros compañeros, he podido aprender al lado de Daniel Kropf, de la Universal Education Foundation Learning for Well-being; con Caroline Sost, de Living School; Chantal Mainguenne, de Project Mom’artre y con Julia Borbolla, de Antenas por los Niños.

Nos hemos centrado en la idea de aprender para el bienestar de las personas y no sólo para el rendimiento económico.

Hemos identificado en esta idea algunos principios: el ser en lugar del tener; el aprendizaje mutuo; el avanzar celebrando los éxitos pero asumiendo positivamente los fracasos; la cooperación en lugar de la competición; el desarrollo de la empatía y de la integralidad del ser humano en lugar del desarrollo exclusivo de los aspectos cognitivos.

Nos hemos inspirado en la frase de Gandhi: Sé el cambio que deseas ver en el mundo.

Unas semanas antes del encuentro, después de estudiar los documentos previos, elaboré esta reflexión sobre la necesidad de orientar el talento, como aporte personal al debate.

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