Cuando las mujeres bajamos la guardia, porque estamos cansadas, hartas o decepcionadas de tanta lucha permanente.
Cuando abrimos sin límite las puertas a la frivolidad, porque pensamos, erróneamente, que siempre estaremos a tiempo de cerrar alguna.
Cuando nos olvidamos de proteger a la infancia, con la tonta excusa de que ahora los niños y las niñas son más espabilados que antes.
Cuando nuestra adicción a la velocidad se traduce en fomento de la precocidad, y empezamos a reírnos de cosas que no tienen ninguna gracia.
Cuando el mercado total nos abraza con fuerza y no nos damos cuenta que nos está ahogando.
Cuando nos da miedo que nos consideren conservadores o carcas, y nos obligamos a ser tolerantes con lo intolerable.
Cuando pasan todas estas cosas y algunas más, el erotismo deja de ser simpático y se utiliza como mecanismo de poder: cuanto más pronto les quede claro a las mujeres que son y serán un objeto sexual, mucho mejor.
¿Acaso no está demostrado que es en la infancia cuando se forja la personalidad, la escala de valores y las prioridades en la vida?
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