Acostumbramos a cerrar el verano bajando barrancos en la Sierra de Guara, un paraíso calcáreo, donde también escalamos, observamos a los buitres, nos ponemos morados de queso de Radiquero y contemplamos las estrellas. 

La mayoría de las veces repetimos descensos de otros años, porque el río nunca es el mismo, siempre hay cambios y sorpresas.

Pero aunque bajara exactamente el mismo caudal de agua, hiciera la misma temperatura y se mantuviera intacto el bosque de encinas, pinos y madroños, también repetiríamos: es un placer que esperamos cada año.

Esta vez exploramos un barranco nuevo, el Alborceral -que significa madroño-, afluente del Isuala o Balced por su margen derecho. Estuvimos de suerte: es de esa clase de barrancos cuyas pozas puedes encontrar con agua podrida en verano. Y a pesar de la protección del neopreno, te aseguro que no es nada agradable sumergirse en ellas.

Sin embargo, había llovido considerablemente en días anteriores y las pozas estaban bastante presentables. Varios rápeles, el más largo de 16 metros, bastante trabajo de oposición y destrepe.

Y una soledad fantástica, como un preludio del otoño… ni siquiera vimos las cabras asilvestradas que suelen acompañarnos a distancia otros años.

¡Ojalá sepamos valorar y conservar este parque natural tan peculiar!

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