Avi explicant cosetesAyer nos despedimos del Avi Frederic. Una gran persona y un gran narrador, que disfrutaba recordando -mejor dicho, reviviendo- cada viñeta de su larga historia.

Tenía 93 años y una vitalidad increíble. Las personas que lo conocimos de cerca sabemos que su salud envidiable se debía seguramente a su afición a caminar y a conversar, su convencimiento de que lo que se extendía más allá de su ombligo merecía su atención, y al cariño incondicional hacia las personas que llenaban su mundo: su familia, sus amistades, la parroquia.

El Avi Frederic tenía grandes dotes de narrador, porque no se conformaba con contar la historia, sino que le gustaba dramatizarla. Para ello, jugaba con los dos idiomas, catalán y castellano, reproducía las voces, las expresiones y los acentos de los personajes reales que intervenían en sus recuerdos.  Noventa y tres años dan para mucho, por ejemplo, para vivir una guerra y dos servicios militares, que eran su fuente principal de anécdotas.

Como mis amigos Iván darío y Gladys, también grandes narradores, creo que la fuerza expresiva de una buena historia supera la de cualquier explicación sistemática: los cuentos nos atrapan sin remedio.

Me viene a la memoria una escena preciosa de E.T., la película de Steven Spielberg. El niño protagonista y E.T. se habían escondido en el armario de la habitación donde la madre empieza a contar un cuento a su hija pequeña. Poco a poco, la atención de E.T. y del niño se desplaza hacia el cuento, olvidándose de lo que les había llevado a esconderse. Por un instante, todo se suspende y se mece en el vaivén del cuento.

Minutos mágicos, como los que proporcionaba el Avi Frederic, al hacer presente el tiempo pasado.

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