Bajar la guardia es un error. El vandalismo nos tiene que indignar. La suciedad y la dejadez nos tienen que molestar. Debemos rechazar sin matices la sordidez de los que practican la prostitución en plena calle, el desprecio a la intimidad de los que se pasean desnudos o semidesnudos.
No hay generosidad ni ingenuidad bienintencionada que justifique aceptar estas prácticas. Ni por supuesto, nada dice el manual del buen progresista de que hay que tolerarlas como pequeño tributo (¡no tan pequeño!) a la diversidad y a la libertad de expresión de las complejas sociedades contemporáneas.
La mayoría de las personas no destrozamos el mobiliario urbano, no tiramos basuras por el suelo, tenemos consideración y respeto entre nosotras. Si no fuera así, no podríamos salir a la calle. El cemento del civismo nos da seguridad, confianza y autoestima. Hace que nos sintamos felices en nuestros barrios, calles y parques. Nos facilita la convivencia viniendo de países, creencias y tradiciones culturales diferentes.
Somos mayoría y tenemos poder para frenar la degradación, y debemos hacerlo, porque rebajar el listón de civismo es favorecer los guettos y aumentar la exclusión social.
Las últimas noticias y reportajes sobre el estado de los parques infantiles aparecidos en la prensa podrían augurar un aumento del miedo y la desconfianza, por tanto, una mayor fractura social.
No vamos a dejar que esto ocurra. No perderíamos la tranquilidad, lo que perderíamos sería la dignidad.
Estimada Roser,
Estoy muy de acuerdo y no pierdo la oportunidad de unirme a este tipo de comentarios cada vez que puedo, aunque a veces haya que dar todo tipo de explicaciones para evitar la etiqueta de… Para mí es mero sentido común y la vía del civismo es la educación, que no debería tener que estar condicionada por la ideología (más bien partidismo tontorrón).
Por este motivo, trato de rastrear iniciativas como la suya (anima ver que algo se mueve) y le invito a visitar el blog http://www.miprimeraconstitucion.blogspot.com, en el que hemos tratado de explicar la Constitución a los niños de entre 8 y 12 años para que entiendan que viven en un sistema privilegiado y que su responsabilidad el día de mañana será asimilarlo y mejorarlo.
Como decimos en el blog: la Constitución no es perfecta, pero sólo lo que se conoce se puede mejorar. Básicamente, no es que sea mejor o peor, es que es lo que hay.
Un saludo,
Ccívica