Una vez, en el transcurso de una conferencia en Madrid acerca del aprendizaje-servicio y la inclusión social, una persona del público -formado en buena parte por educadores sociales- me señaló acertadamente un error en mi exposición: yo estaba confundiendo asistencial con asistencialista.

En mi exposición establecía una dicotomía entre el enfoque “asistencial” y el enfoque de “promoción” relativos a la inclusión de chicos y chicas con dificultades sociales, afirmando que el aprendizaje-servicio se alinea con un enfoque de promoción, es decir, de empoderamiento y desarrollo de competencias.

Sin embargo, lo opuesto a la promoción no sería lo asistencial sino lo asistencialista, que es diferente, como bien me indicaron los educadores sociales. De  manera que corregí el error y posteriormente tuve ocasión de reflexionar sobre ello.

La asistencia, es decir, la atención a problemas urgentes y vitales de las personas vulnerables, en la que se distribuyen recursos imprescindibles y los destinatarios tienen un papel pasivo, no es algo despreciable y mezquino a evitar siempre.

Muchísimas veces es la primera cosa que hay que hacer. Como gráficamente explica María Nieves Tapia, si bien hay que enseñar a pescar antes que repartir pescado, frecuentemente para sostener la caña de pescar la persona necesita tomar previamente un alimento. Y alguien debe proporcionarlo.

La afición a las dicotomías, tan claras y atractivas y su abuso en el lenguaje, nos puede convertir en hipócritas y dogmáticos. Un ejemplo de rechazo modernillo es el que suscitan las palabras ayuda y compasión, que identificamos como reflejos de la caridad más casposa.

Deberíamos reconocer que todos necesitamos ayuda y que la compasión (el “padecer con otros”) suele ser empatía con el que sufre y el primer paso para que el sentimiento se transforme en acción. Ambos conceptos, por tanto,son profundamente humanos y nobles.

No renunciemos a la asistencia, pero seamos capaces de superarla para ser justos, es decir, para devolver la dignidad a las personas que la merecen igual que nosotros. Si nos estancamos en la asistencia, ésta se vuelve asistencialismo y, tal vez sin apenas darnos cuenta, nosotros nos convertimos en personas injustas.

Carnaval de blogsCon este post quiero contribuir al Carnaval de blogs del  Col·legi d’Educadores i Educadors Socials, que se celebra con motivo del Día de la Educación Social.

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