¡Siempre me ha gustado la palabra espabilar! Por cómo suena de bien y por lo que significa. Pertenece a esa clase de palabras que casi las saboreo cuando las pronuncio: salamandra, tempestad, albahaca… Mmm, ¡las que me gustan suelen ser largas!.

Por desgracia, desconozco la etimología de la inmensa mayoría de las palabras bonitas. Pero el viernes pasado estuve con la Fundació Espavila y me enseñaron el significado original del verbo espabilar y lo que es un espabilador. Es el instrumento de la foto: unas tijeritas con un pequeño receptáculo.

Antiguamente se usaba para cortar el “pábilo”, es decir, la mecha de los cirios que ardían en las iglesias. Si no se cortaba, la llama iba apagándose poco a poco, antes de que se consumiera la cera. Así que, antes de que eso ocurriera, se cortaba el pábilo, el trocito quemado caía dentro del receptáculo y la llamita volvía a renacer con fuerza: se “espabilaba”.

Este es el símbolo de la Fundació Espavila, con uve, porque en catalán se escribe así tanto el verbo como el instrumento. El espabilador es el símbolo de esta fundación dedicada a potenciar la cultura del esfuerzo en la educación.

Es un símbolo muy sugerente. ¡Cuántos educadores son espabiladores profesionales! Su cometido es que no se apague la ilusión y el talento de los chicos y chicas, es decir, espabilarlos.

Y, al igual que el instrumento, pueden pasar desapercibidos. Lo que se ve, lo que brilla, lo que luce… es la llama de los cirios. Tal vez nadie se pregunta quién cuida que no se apague.

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