Acabo de leer Educar millor (Educar mejor), un compendio de entrevistas que reúne la sabiduría de once profesionales de trayectorias diversas y con visiones diferentes. Por supuesto, el sabio número doce es Carles Capdevila, el autor de esta recopilación, que tiene la habilidad de sacar brillo a los otros once.
Justamente lo que más me gusta del libro es la mezcla de puntos de vista. No es lo mismo lo que opina Jaume Funes que lo que opina Gregorio Luri. No es lo mismo lo que dice Mariano Fernández Enguita que lo que dice Jaume Cela, como tampoco se parecen los discursos de María Jesús Comellas y José Antonio Marina.
Y aquí está la gracia. Aunque estos sabios comparten suficientes elementos en común, entre otros la confianza en los chicos y chicas y la pasión por educar mejor, se agradece el enfoque calidoscópico y antinómico.
Es curioso, porque creo que los educadores a veces no disfrutamos lo suficiente de las miradas diversas y buscamos apoyo y confort no voy a decir en el pensamiento único, pero sí en las líneas argumentales rectas y sin matices. ¡Creo que nos ofrecen más seguridad, cosa que frecuentemente necesitamos!
Es un libro para leer lápiz en mano, subrayando y paladeando ideas sabias. Rescato una de ellas, de Gregorio Luri, que me ha hecho pensar largo rato:
Hay criaturas que oyen en su casa 2.150 palabras por hora y criaturas que a duras penas llegan a oir 600. Cuando llegan a la escuela viven en dos mundos diferentes. Tengo la convicción de que nuestro fracaso escolar es un fracaso lingüístico. Se pone de manifiesto en tercero de primeria, cuando los niños pasan de aprender a leer a aprender leyendo.
Importante que en casa y en el colegio, se hable el mismo idioma, al fin y al cabo en casa se educa y en el colegio co-educa. Hoy en día el lenguaje a utilizar depende de ideologías de familia con ideología de colegio, de nivel cultural de los padres o de desinterés por parte de los progenitores a cuidar y educar desde la palabra. El hecho es que nuestros/as niños/as oyen diferentes voces, muchas veces no saben adonde atender, quizás tiendan a lo fácil a no responsabilidad y no compromiso y quizás sea el problema de hoy en día de nuestros chavales que no están acostumbrados a seguir una disciplina desde casa y fomentada en el colegio.