Me ha fascinado Into the Wild, esta película triste y enorme, en sus paisajes y en sus personajes.
Basada en el libro de Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher Mc Candless, un estudiante americano que emprende un viaje a la Alaska más salvaje, harto de la sociedad a la que pertenece, atravesando Arizona, California y Dakota del Sur.
En Alaska, su meta soñada, espera fundirse con la naturaleza y encontrar la verdad, su verdad, encarnando la frase de Lord Byron: no amo menos al hombre, sino más a la naturaleza.
Estos posts de Josefina Chalde y de Enrique Guillén reflejan muy bien la historia.
Aunque se trata de películas diferentes, no puedo evitar compararla con Náufrago, la película de Tom Hanks que todavía me resuena por dentro. En ella, el náufrago sufre la soledad aunque se adapta a ella, y no renuncia a volver a encontrar el afecto y la compañía.
Por el contrario, Christopher Mc Candless, a pesar de cruzarse con personas maravillosas, renuncia a ellas. Pero también renuncia a sí mismo, al no ser capaz de aceptar sus limitaciones y su necesidad vivir en compañía.
Demasiado tarde descubre que la felicidad sólo es verdadera cuando es compartida, una de las últimas frases escritas en su libreta.
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