Estuve hace dos años en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) del Centro Penitenciario de Villabona. De la mano de Tino Zapico, uno de sus impulsores, conocí a los internos, sus historias y sus proyectos.
Quedé absolutamente impactada de la calidad emocional -si es que este concepto existe- de estas personas. El sistema de la UTE funciona, es evidente. Consiguen apartarse de la cultura carcelaria, conocerse a sí mismos, reconstruir sus habilidades sociales y reinventarse como ciudadanos.
Me parece indignante que este proyecto esté amenazado. Y la amenaza se vuelve cruel cuando tanto ladrón, impostor y corrupto poderoso goza de tolerancia y libertad.
Los profesionales que trabajan en la UTE son excelentes en la defensa y la construcción día a día de una segunda oportunidad para todos. Ahora nos piden que les apoyemos. No podemos dejar que este proyecto se hunda. Hay que tomar partido y aquí tenemos un medio para hacerlo:
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