Los problemas de conducta y la desmotivación de los alumnos se han convertido en los principales obstáculos de la tarea docente, especialmente en los niveles obligatorios de enseñanza.
Con esta afirmación sincera y rotunda, dos profesores del IES Averroes de Córdoba enmarcan su apuesta por prevenir y reconducir, en el número 2 de la Revista Digital de la Asociación Convives.
Me ha encantado leer esta publicación de los amigos de Convives, porque es necesario no esconder los problemas, aportar soluciones y dejarnos de tópicos paralizantes como el que dice que “en educación no hay recetas”.
¡Claro que las hay! -en la revista se exponen algunas muy buenas- y están para compartirlas, sabiendo que lo que a unos les funciona a otros no, igualito que en la cocina.
La experiencia del IES Portada Alta de Málaga revela tres conductas disruptivas (o sea, “portarse mal”, en lenguaje de la calle) básicas sobre las que actúan en su Aula de Convivencia:
- Hacer caso omiso a las indicaciones del profesorado.
- Falta de respeto al profesorado y al alumnado.
- Molestar e interrumpir reiteradamente.
Me pregunto cuántos padres y madres, al volver sus hijos de la escuela, les preguntan, en primer lugar y sin rodeos, si se han portado bien:
- ¿Has hecho caso a los profesores?
- ¿Has respetado y has sido buen compañero de todos?
- ¿Has colaborado en clase para evitar interrupciones y malos rollos?
La buena convivencia es básica para que se adquieran aprendizajes de todo tipo, pero aprender a convivir es también un fin en sí mismo, no sólo una herramienta para que todo lo demás funcione.
No en vano se identificó como uno de los cuatro pilares de la educación. Dejémonos de rodeos, compartamos recetas sin disimulo, y exijámonos a todos (educadores, padres, madres, alumnado, autoridades…) portarnos bien.
Desgraciadamente creo que estos comportamientos van a ir a más en los próximos años, debido a la falta de expectativas que tienen los jóvenes con respecto a su futuro.
Por supuesto que creo que hay fórmulas válidas para afrontar estas situaciones, pero no son las que el sistema ofrece. La educación no debería basarse tanto en enseñar contenidos (saberes), como en intentar cambiar actitudes (saber ser). Sólo que aquí entramos en el debate sobre si se manipula o no a los alumnos.
Por supuesto que manipulamos, todos los días lo hacemos y es inevitable. La manipulación es consustancial a la educación, no se puede educar sin transformar. Pretender lo contrario es absurdo. La magia seria que en esa manipulación nos involucrásemos todos: padres, profesores, alumnos, sociedad y administraciones.