Se va al Nepal por un mes y medio. Se lo puede permitir, porque su trabajo actual tiene estas cosas: horarios y calendarios bastante peculiares que dejan grandes espacios entre períodos intensivos.
También se lo puede permitir porque ha ahorrado y no busca grandes comodidades. Pero, sobretodo, puede hacerlo porque su mundo ya es el mundo entero, sin demasiadas fronteras infranqueables.
Un mundo de distancias más cortas y amistades más diversas que el que teníamos nosotros a los veinte años. Un mundo con muchos más referentes cercanos, a pesar de los abismos y las desigualdades.
Se va a las montañas, mejor dicho, a la “montaña de las montañas” que es el Himalaya. No va a escalarlas, sino a dejarse atrapar por ellas, a sentir su magia.
Y también se va a aprender cómo resolver el día a día en un hospital rural. Eso, exactamente, no lo enseñan en la carrera. Y tampoco se aprende en nuestro -a pesar de la crisis- confortable entorno occidental.
Vuela. Por eso me gusta esta foto de cuando era pequeña, abrazada y sumergida en una piscina de pelotas de colores. Creo que es un símbolo y fue una premonición.
Verdaderamente si volviese a ser joven haría las cosas de otra manera. Al menos, le ofreceré la oportunidad de hacerlo a mi hija basándome en la experiencia.
La historia de esta chica me ha recordado la sana envidia que siento cuando veo a mi sobrina y otros jóvenes que como ella cada verano y durante las vacaciones escolares viajan por el mundo para conocer otras realidades, otras personas, otras necesiades, otros valores… distintos a los suyos y así enriquecerse y formarse como personas responsables y comprometidas.
Son conscientes de que la carrera (los títulos) no son nada sino se acompañan de prácticas en la vida real y , sobre todo, en espacios diferentes a los habituales harto conocidos y acomodados.
Pienso que es una actitud muy positiva y que es una de las cosas que merece la pena alentar en los jóvenes.
Saludos cordiales,
ME recordo a esto, Charo….
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo.
Poema atribuido a Borges, pero cuyo real autor sería Don Herold o Nadine Stair.