Mi amiga Sió me contagió las ganas de escribir a mi nieta, que vive a 300 km de mi casa. Sió tiene seis nietos, entre los 5 y los 12 años y siempre les ha enviado postales y cartas escritas a mano.
Yo empecé hace unos meses a escribirle cartas, después de visitar una exposición sobre Tintín en Madrid, donde no pude resistir la tentación de comprar un pack de postales muy bonitas.
Cuando comenté esta práctica con mis amistades, algunas personas reaccionaron con sorpresa: ¡Pero si sólo tiene tres años y no sabe leer!
¡Precisamente! -respondía yo- así verá mensajes de su abuela que su madre o su padre le tendrán que leer.
Ahora que estamos todos revueltos con los bajos niveles de comprensión lectora que parecen tener nuestros niños y niñas, creo que es el momento de empujar desde todos los lados.
No soy partidaria, en según qué aspectos, de limitarles demasiado por aquello de que hasta que no tengan madurez para…
Observar cosas que uno todavía no sabe hacer ni interpretar puede ser un acicate para intentarlo en algún momento. ¿No pasa esto, por ejemplo, con las bicicletas? ¿No les mostraremos bicicletas a los niños y niñas hasta que no tengan la madurez psicomotriz para manejarlas?
Creo que hay que prestigiar la lectura y la escritura. A lo largo del tiempo ha habido diferentes tendencias cuanto al momento de enseñar a leer y cuanto a los métodos para lograrlo, pero tiendo a pensar que lo importante de verdad es relacionar la lectura con el disfrute, el descubrimiento… y el recuerdo.
Por eso intento no fallar a la cita mensual del envío de la postal manuscrita con letra de palo, porque en la escuela de mi nieta enseñan a leer y escribir con esta letra.
En la última postal, cuya imagen era Tintín en un tren mirando por la ventanilla, le puse algo así como:
TINTÍN VIAJA EN TREN Y A TRAVÉS DE LA VENTANA VE UN MONTÓN DE COSAS ¿LAS PONES TU?
En el sobre de la postal le metí unas cuantas pegatinas de camiones, señales de tráfico, animales y árboles. Así, cuando la vuelva a ver le podré pedir que me cuente lo que vio Tintín, con la esperanza de que un día tome uno de los álbumes que guardo en casa de este personaje y sueñe leyendo.
Que bonitoooo. Recuerdo la ilusión de recibir y esperar una carta, cuando era niña.
Recuerdo la sorpresa, las mariposas en el estómago abriendo el sobre.
Y también el rato a solas en mi habitación leyendo una y otra vez la carta….
Bellísima idea que en algún sentido yo también voy aplicando. Guardo sus dibujitos y voy agregándoles fotos y anécdotas de sus infancias. Se las leo y pronto serán parte de un libro personalizado en papel.
Allí quedará su infancia retratada paso a paso.
Que el papel no se pierda…depende de las abuelas!