Hace muchos años -mi hija tenía cuatro- un día me preguntó:
– Mamá, cuando yo sea mayor, ¿tú serás pequeña?
– No, cuando tu seas mayor yo seré más mayor todavía, seré viejecita.
– ¿Y papá?
– Papá también será viejecito.
– Jooo, entonces… ¿yo con quién me casaré?
Todavía me hace reír esta anécdota mediofreudiana -a mi pesar, porque yo no soy fan del señor Freud- que he contado muchas veces.
Llega un momento en que las niñas y niños pequeños se ponen en plan surrealista. Y entonces te diviertes un montón, porque su mirada del mundo es sorprendente y divertida.
De hecho, el único libro de Piaget que -confieso- conseguí leer entero fue La representación del mundo en el niño, una obra que recuerdo plagada de ejemplos acerca de las ideas que se tienen en la infancia acerca de la vida, la naturaleza, el movimiento, la luna, el tiempo…
Pero el otro día supe de otro episodio surrealista esta vez protagonizado por mi nieta, que tiene tres años y dos meses.
Era la hora de dormir y estaba en la cama, sin una gota de sueño y con su madre agotada al lado, contándole un cuento tras otro. Y ella charlando sin parar.
En un momento dado, le susurra a su madre:
– Mamá, cuando tu seas pequeña, yo te sacaré los mocos y te contaré un cuento a la hora de dormir.
Bueno, aparte del lío con la correlación entre el tiempo y hacerse mayor, aquí aparece un elemento nuevo, que es la evidencia de conducta prosocial o empática. Mi nieta quiere “cuidar” a su madre cuando esta “sea pequeña” y quiere hacerlo de la manera que ve que su madre la cuida a ella.
Los autores de Conducta prosocial en preescolares, un artículo aparecido en la Revista Infancia y Aprendizaje en mayo del 1998, afirmaban que La reciente investigación sobre la conducta prosocial en niños pequeños permite afirmar que la ayuda, la cooperación y la capacidad de compartir emergen en el puente entre el segundo y tercer año de la vida (Eckerman, Whatley y Kutz, 1975; Dunn, Kenddrick y MacNamee, 1981; Zahn-Waxler, Radke-Yarrow, Wagner y Chapman, 1992) y que en los años preescolares la conducta prosocial, aunque menos frecuente que en edades posteriores, es ya manifiesta (Eisenberg-Berg y Lennon, 1980; Radke-Yarrow y Zahn-Waxler, 1976). A los tres años las intervenciones prosociales son cada vez más evidentes, acompañándose de gestos y palabras de compasión y de conductas de compartir objetos.
Es pura magia cuando empieza a aparecer esta empatía, el “pegamento social” del que habla Jeremy Rifkin. Pero es tan importante, nos va tanto la supervivencia de la especie en ello, que no podemos esperarla con los brazos cruzados a que asome la cabeza.
¡Hay que regarla y abonarla como una plantita!
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