A veces los monstruos son muy pequeños y no por eso menos terroríficos. No me refiero al coronavirus, sino a la polilla del boj, causante de paisajes dignos de una pesadilla en blanco y negro.

Yo soy una enamorada del boj, un arbusto amigo de la media montaña, que me ha acompañado en múltiples excursiones por el Prepirineo, por el mismo Pirineo y por las zonas más umbrías de sierras como Montserrat.

Puedo notar su perfume a cierta distancia. En ocasiones, había acampado en prados salpicados de altísimos bojes que parecían árboles, como en los alrededores de Bujaruelo, en el Pirineo de Huesca.

Siempre lo he considerado un arbusto familiar y amable. En senderos muy estrechos, medio tapados por bojes y enebros, tienes que intentar arrimarte al amigo boj, para no pincharte, cosa que te puede pasar con el enebro. Estos arbustos son como Caín y Abel, hermanos  opuestos en muchos escenarios naturales.

Hasta hace nada, cuando me sentía apesadumbrada por la procesionaria del pino, pensaba estúpidamente que bueno, que al menos nos quedaban las encinas y los bojes. ¡Pues se nos acabó la alegría! Nuestro Buxus sempervirens ya no será eternamente verde.

Lo comprobamos hace una semana caminando de Campelles a Campdevánol, en el Pre-pirineo catalán, entre prados y bosques y se nos encogió el corazón al atravesar zonas que la polilla del boj había arrasado. De un entorno verde nos sumergimos de repente en una película gris y amenazadora. Todo el encanto de las altas matas de boj se había esfumado, sólo quedaban esqueletos. En la foto que ilustra este post, un tramo del camino que antes era verde.

Parece ser que la plaga empezó en nuestros bosques en el 2014 y no hay manera de controlarla: la polilla no tiene depredadores, porque absorbe el sabor amargo del boj y no resulta comida agradable para otros animales.

¡Otro mazazo al optimismo y a la esperanza! Es cierto que al final de nuestro recorrido vimos bojes que ya estaban rebrotando, pero leo en diversos artículos que no consiguen recuperar la fuerza que tuvieron.

Afirma José Luis Gallego que los bojedales forman extensas cubiertas vegetales que acogen una rica biodiversidad, desempeñando un papel fundamental en el ecosistema forestal y formando uno de los hábitats más representativos de nuestra naturaleza. Pero todo el patrimonio natural que acogen los bojedales, toda la cultura asociada a la artesanía de su madera en el mundo rural, está ahora en peligro ante el avance de esta devastadora y rápida bioinvasión.

Eso significa que si desaparece el boj desaparece mucho más que el boj. Lo mismo que pasa con las abejas, o con los campos de posidonia. Todos estamos relacionados y todos somos naturaleza.

Si hemos sido capaces de fabricar una vacuna para el COVID-19, por favor, que alguien me diga que también para este monstruo encontraremos una solución.

 

 

Share This