¿Es razonable volar todo lo que una quiera mientras pueda pagarlo? Cada vez me resulta más absurdo e incluso desconsiderado responder afirmativamente a esta pregunta.
La última discusión que tuve a este respecto fue a raíz del debate sobre la posible ampliación del aeropuerto de Barcelona. Mi interlocutora sostenía que oponerse a ello y, en definitiva, oponerse a que aumentara el número de vuelos, era renunciar al progreso y a la creación de riqueza. Viajar genera negocio, puestos de trabajo, turismo… ¿Cómo puedes negarte a ello? ¿Es que tenemos que volver a la prehistoria?
Bueno, esa riqueza es una parte de la verdad. Pero aumentar el flujo aéreo también genera pobreza, una pobreza que mi interlocutora no veía o no quería ver.
A menos que una sea negacionista del cambio climático, hay que aceptar las tesis científicas de que las emisiones de gases de efecto invernadero son en buena parte causantes del desastre ambiental que estamos padeciendo. Eso no es riqueza, es pobreza, es enfermedad, es vulnerabilidad y es amenaza para la vida en el planeta.
Durante las últimas décadas hemos aprendido a prescindir de algunas comodidades porque hemos comprendido que eran dañinas y hemos adoptado nuevos hábitos. Así, por ejemplo, hemos reducido el uso de bolsas de plástico o nos hemos acostumbrado a separar residuos: papel, vidrio, latas… (aunque nos falta mucho todavía para ser rigurosos y consecuentes).
Sin embargo, nos resistimos a disciplinarnos en aquello que interpretamos como una limitación a la libertad individual. Queremos que la realidad se adapte a nuestros deseos y, si nos gusta viajar por puro placer, vamos a rascar todos los argumentos posibles para oponernos a las restricciones, obviando las advertencias científicas. ¡Valiente libertad!
Hablando con otra amiga muy viajera, pero también muy consciente y responsable respecto a la crisis climática, me aportó otro punto de vista, muy interesante:
Creo que a corto plazo deberíamos asumir un cupo máximo anual de vuelos turísticos por persona. Asumamos de una vez por todas que ya no podemos viajar todo lo que nos gustaría. Imaginémonos que ese cupo fuera de 4 vuelos anuales. Bien, pues al ir a reservar el quinto se bloquearía la posibilidad: lo siento, señora, usted no puede viajar más, ha agotado su cupo. Naturalmente, podríamos establecer excepciones, pero una limitación de este estilo sería coherente con lo que está pasando.
De hecho, por razones de seguridad, ya estamos asumiendo cupos en el acceso a determinadas instalaciones, como piscinas o espectáculos.
También, por razones sanitarias, ya estamos asumiendo que beber alcohol sin medida nos perjudica y que hay que limitar este consumo.
Entonces, por razones humanitarias deberíamos disminuir comodidades y placeres que contribuyen a la emisión de gases invernadero y amenazan el futuro del planeta y de las próximas generaciones.
Las limitaciones y renuncias forman parte de la libertad y de la convivencia. Resulta profundamente insolidario sostener que cualquier freno a nuestros deseos nos devuelve a la prehistoria y que progresar significa siempre consumir más.
Creo sinceramente que ampliar el aeropuerto de Barcelona no se justifica. Aporto aquí algunos reportajes y artículos para reflexionar sobre ello:
La ampliación de aeropuertos choca con el compromiso climático del Gobierno
Los cinco futuros posibles de la crisis climática
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