Terrenos baldíos, zonas feas llenas de hierbajos, tierras de nadie que tienden a llenarse de escombros… son los espacios aparentemente inertes que pone en valor el jardinero Gilles Clément en El manifiesto del tercer paisaje.
Están en polígonos industriales o junto a las vías del tren, o en solares que empezaron a construirse y luego se abandonaron. Normalmente no nos fijamos en la abundante diversidad biológica que albergan, si acaso en la basura que suele acumularse.
Pero forman parte del paisaje urbano y nos dan una idea de la resiliencia de la naturaleza que en su momento fue aplastada por el asfalto. Sin nadie que se dedique especialmente, las plantas silvestres echan raíces y florecen, incluso dan fruto y alimentan a los pájaros de las ciudades.
No olvidaré una anécdota de cuando mi hija tenía 6 años y estábamos de excursión por la zona más árida y menos boscosa en el macizo del Garraf, donde la roca calcárea parece haber ganado la partida a la vegetación, básicamente de lentisco, aladierno, carritx, palmito… plantas más bien bajitas en general.
Sin embargo, a mi hija las plantas le llegaban a la altura de la cabeza o incluso la superaban. Transitando por uno de los senderos, apartaba las plantas de su camino mascullando ¡esto parece la selva! Efectivamente ¡todo era cuestión de perspectiva!
Desde que leí sobre el tema no dejo de pensar que existe también un cuarto paisaje. Me refiero a las plantas que emergen en solitario, sin colonizar extensiones, prácticamente sin crear comunidades como en el tercer paisaje.
Y se me ocurre que su envergadura no sería tan modesta si las viéramos con lupa o si fuéramos nosotros los bajitos, como mi hija en el Garraf.
Hay algo de fascinante en esta rebeldía botánica, en este aparecer donde menos una se lo espera, colándose por la mínima rendija, desafiando a los pisotones y a los jardineros exquisitos que eliminan malas hierbas.
La foto de la izquierda está tomada en la acera de una urbanización. La foto de la derecha está tomada en la Diagonal de Barcelona, en un tramo de obras cerrado desde hace meses a la circulación.
La vida se abre paso. Es un tópico, pero es verdad.
Un gesto de valentía como éste donde los recursos para la supervivencia son exiguos y el enemigo enorme, bien merece un post, una reflexión y una mirada atenta. Detener el tiempo, “abajar” la mirada y admirarse de las ganas de vivir de algo tan pequeño. Un grito de Natura entre el asfalto , ese producto artificioso por artificial del género humano que es vencido por una semilla o una espora . Gracias Charo!!! Sonia