La Transpirenaica Social Solidaria me tiene robado el corazón. Cada año, 300 jóvenes en situación vulnerabilidad comparten sus experiencias caminando en una travesía de 600 kilómetros de Oeste a Este del Pirineo.
Caminar juntos por la montaña es más que caminar. Se camina, se comparte, se goza, se sufre, se confiesa… El sol, la lluvia, el viento, la nieva, las rocas, los animales salvajes… no sabes cómo, pero te van sacando raíces hasta sentirte parte de la naturaleza que te rodea.
Caminas, transitas, corres y vuelas, sí, pero también te sumerges, te incorporas, te incluyes en el entorno y en quienes te acompañan. Una sorprendente experiencia de inclusión, intensa e inolvidable, que ha reflejado de manera extraordinaria Amaya Vizmanos, participante de la edición de este año, con estas palabras:
Raíces
Respira, inspira. Siente cómo se llenan tus pulmones de un aire limpio y puro. Levanta la mirada del camino y observa el maravilloso paisaje que te rodea: un inmenso cielo azul, pájaros, montañas infinitas, caballos, vacas y ovejas, árboles. Árboles de mil clases y tamaños, jóvenes y viejos, bonitos y menos bonitos. Árboles que no son meras plantas, sino que son como nosotros.
A través de sus raíces, los árboles se comunican entre sí y comparten recursos vitales, ayudándose siempre que lo necesitan. Y eso es precisamente lo que hacen todas las personas que comparten camino en la Transpirenaica Social Solidaria.
Antes de tener sed, el que está a tu lado te ofrece agua. Cuando sientes que no puedes con la mochila, la persona que va detrás te sujeta y empuja para quitarte peso. ¿Te duelen los pies? Siempre tienes a alguien que te presta sus chancletas. Nadie se queda con hambre, porque todo se reparte y comparte. Y en el camino ninguno se queda atrás, porque con las sonrisas, las bromas y el apoyo todos tenemos fuerzas y energía para seguir.
Todos los transpirenaicos somos árboles. Nuestras raíces tienen orígenes diferentes, pero están conectadas y, desde ahora, atadas para siempre. Estamos unidos por raíces para compartir nuestra historia, escucharnos, entendernos, respetarnos y, ante todo, cuidarnos.
El Pirineo nos pone a todos al mismo nivel para demostrarnos que somos iguales, igual de humanos. Nos cansamos en las cuestas, disfrutamos de un rico plato de macarrones a la sombra de un árbol, nos reímos con cualquier cosa, sonreímos aliviados al ver que el camino se acaba y llegamos a nuestro destino y disfrutamos de una fría ducha con los pies doloridos y la espalda reventada después de un largo día. Intentamos dormir a pesar de los ronquidos, apuramos hasta el último minuto para dormir antes de levantarnos y echamos una mano a los demás antes de que nos la pidan.
Ahora nos toca cuidar y regar las raíces que hemos creado para que este mundo sea un poquito mejor.
Amaya Vizmanos, 17 años.
¡Gracias, Amaya, por reflejar en este texto tus vivencias, claro testimonio de lo que las personas podemos alcanzar cuando nos ponemos a caminar!
Precioso! Felicidades por compartir esta maravilla de experiencias.