Tres historias de perseverancia
Me sorprendió y emocionó la semana pasada oir a tres adolescentes pedir perseverancia a las personas adultas. Fue en el transcurso de una entrevista a raíz de los proyectos solidarios en los que están implicadas, en la presentación del libro Una educación que transforma, elaborado por Simón Menéndez y Alberto Rico y publicado por Ashoka. Un acto que tuvo lugar en la sede de Educo.
– ¿Qué les pediríais a los adultos para que contribuyan a cambiar el mundo? – preguntó la periodista.
– Que persistan, que sean perseverantes- manifestaron sin dudarlo ni un segundo.
A día de hoy, inmersos como estamos en la cultura de la frivolidad y de lo efímero, me resulta insólito y esperanzador oír hablar de perseverancia en cualquier caso, pero más si quienes la defienden son jóvenes. Y, como siempre me suele ocurrir, una vez se me ha fijado en el cerebro una palabra o un concepto, a continuación parece que se manifiesta continuamente, se convierte en lluvia y me empapa.
Por ello no me extrañó, tres días después, escuchar una historia de perseverancia heroica: la de Ana, una joven afectada de autismo que había sufrido bulling durante su escolaridad y se había refugiado en el dibujo para resistir y conservar su dignidad. Fue perseverante en su empeño de no dejarse aplastar.
Ana contó su historia en la presentación de Las aventuras de Gotita, Corazín y el resto de la pandilla, un cuento escrito por Clemente de Lorenzo ilustrado por ella misma y su compañero José Luis. Se trata de una lectura para acompañar el proyecto de donación de sangre organizado por el CEPER Ribera del Guadalquivir, en Coria del Río (Sevilla). En esta escuela de formación de adultos Ana encontró el apoyo y la valoración que se merecía.
Para acabar la semana teñida de perseverancia, acudí de supporter de mi amiga Montse a la Media Maratón de Barcelona. Montse tiene 75 años y se puso a correr a los 60. Actualmente lleva ganadas unas 90 medallas de finisher y el domingo pasado hizo el mejor tiempo de su vida, completando la carrera en 2 horas y 28 minutos. No es que tuviera un “día de suerte”, un “día bueno”: ¡en absoluto pasó por casualidad!. Sólo es resultado de su perseverancia, que la lleva a correr muchas mañanas antes del amanecer.
Ningún cambio en tu vida, ningún cambio en tu entorno, se consiguen sin perseverancia, como bien habían detectado y reclamado las tres adolescentes. Hay que insistir, no desfallecer y pensar que cada día sale el sol.
En la foto, Montse en la cima de Les Agudes, el día anterior a la Media Maratón… ¡un paseíto que hicimos un grupito de perseverantes de la montaña!
Permanecer firme en el compromiso y si además le añadimos fe, el logro está asegurado